El precio del patriarcado: Las consecuencias de la misoginia y la maldad en nuestra sociedad
Después de cincuenta y tantos años posteriormente a aquel nefasto día, uno de tantos en su vida, Ella se pregunta ¿quién es?, desorientada en su propio mundo, permeable al dolor producido por la maldad. Sin obtener respuesta alguna ante la crueldad de aquel momento, cae en un estado de angustia, depresión y llanto, donde se encuentra atravesada por el mandato social, la ética y la moral, descubriendo sentimientos mezclados que la atormentan y paralizan, sin poder dirimir ante la situación, solo le queda esperar, con el alma en pedazos y un gran e indescriptible dolor.
A lo largo de nuestras vidas vamos moldeando una forma de ser y a medida que la circunstancia lo requiera vamos reinventando nuestro carácter y nuestra personalidad, a través de acciones en relación a lo volátil y apetitivo de nuestra naturaleza. Esta acción humana la podemos determinar como algo que queremos, deliberamos sobre la mejor manera de conseguirlo y tomamos una decisión acerca de la acción que debemos emprender para alcanzar el fin que nos proponemos.
“La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual, según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro 2, 6
Reconstruyendo el conocimiento de “virtudes” nos encontramos que “la maldad y la crueldad” no perteneces a las 11 virtudes detalladas por Aristóteles. Estos términos los denomina como “pasiones y emociones”, afecciones del alma donde el cuerpo también se encuentra afectado.
Históricamente la maldad y en consecuencia la crueldad ha sido vista como las emociones humanas más discordantes con la vida en comunidad. Ciertamente, ser indiferente o complacerse del sufrimiento ajeno, brota siempre en la sociedad como una habilidad despreciable del ánimo de los seres humanos.
De acuerdo a estos significados y significantes, en artículos anteriores y en estricto resumen hay escritos sobre patriarcado, misoginia y por acá hallamos en pocas pero claras palabras sobre maldad y crueldad.
“Las pasiones son, ciertamente, las causantes de que los hombres se hagan volubles y cambien en lo relativo a sus juicios, en cuanto de ellas se siguen pesar y placer (hois hepetai lúpe kaì hedon ). Así son, por ejemplo, la ira, la compasión, el temor y otras de naturaleza semejante y sus contrarias.”
Ret. 1378a 20
En relación a todas y cada una de estas palabras nos topamos con diversas opiniones que significativamente y por alguna razón un día los seres humanos entendimos que éramos diferentes a los animales abordando sobre estas diferencias, clasificándolas y distinguiendo lo bueno de lo malo. Con el paso del tiempo fueron analizando diversas situaciones donde entendidos en el tema llegan a distinguir que en la naturaleza humana se encuentra la maldad, pero la moral, el razonamiento y la intelectualidad de los seres humanos hace que se diferencie con los animales, por tanto la maldad queda inmerso dentro de sentimientos e ilusiones que en algún momento ese deseo pasional de sentir el poder sobre otros hace que «esa maldad» fluye provocando daño, incitando a momentos apasionantes a quien infringe crueldad, dejando de ser solo un mero sentimiento para tomar forma de placer irracional olvidando la moral, la ética, el buen vivir, la empatía para lograr el disfrute de su poder.
Increíblemente y de manera casi totalitaria esos momentos de placer en su mayoría se encuentran de la mano de los hombres, haciendo alusión a la historia respecto al trato bíblico que existía hacia la mujer, pues, según el cristianismo la mujer solo era un contenedor para la semilla de la nueva vida, o en la antigua Grecia la mujer llevaba distintivo para el trabajo, dentro de la sociedad, etc, el patriarcado, la misoginia, la maldad y la crueldad fueron y aun son ambiciones y pasiones cumplidas para el masculino.
Para hacer uso de la moral la guía es la lógica, pero para la crueldad la lógica no existe, se encuentra escondida detrás del velo de la naturalidad y de la normalidad, y sin sensibilidades, la crueldad aparece en nuestro lenguaje, penetra y permanece ingeniosamente en las diversas representaciones y formas de organizar el mundo y en la vida cotidiana donde el hombre, el patriarcado y la misoginia siguen vigentes.
En toda moral opera una lógica de la crueldad.
Joan-Carles Mèlich- Lógica de la
crueldad
Adquirimos una lingüística, un modo, un esquema, una grafía de ver compartido, una forma de crear y de crearnos, de instaurar fronteras y límites entre lo que vale y lo que no, entre lo que es digno de ser respetado y lo que no merece nuestra atención, entre lo que es verdad y lo que no resulta más que una ficción o una mera apariencia. En esta visión, de este modo heredado de ver el mundo nacido en el propio mundo, la moral domina y, con ella, una lógica de lo que somos, una forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, de integrar y de excluir, de respetar y de exterminar lo que nos molesta o incomoda y lo naturalizamos al igual que el goce de la violencia, el desprecio, el etiquetamiento, la estigmatización y por sobre todo el dominio del hombre, el patriarcado, más allá de las múltiples luchas de antaño que prevalecen en el mundo femenino.
Hay miles de relatos al alcance de la mano de quien o quienes quieran conocer sobre el tema, donde lo innegable es que el trato a la mujer a los más débiles y vulnerables, quienes están en el poder alcanzan hasta sus más míseros deseos por sobre los demás atropellando vidas ajenas sin importarles el sufrimiento o dolor que se produce como consecuencia por cumplir sus propios deseos.
Evocando una frase atribuida a Maquiavelo que reza: «el fin justifica los medios», resulta evidente que en ocasiones se recurre a la crueldad en nuestras acciones. Sin embargo, lo que se intenta comprender es que la crueldad está arraigada en nuestro modo de ser y pensar, especialmente en la forma en que se justifica y se analiza mediante procedimientos legales, lo que la hace parecer legítima. Es fundamental destacar que, a pesar de los hechos y relatos, la vida continúa su curso natural y la desigualdad persiste, dejando a pocas mujeres la oportunidad de mejorar sus vidas sin estar sometidas al yugo o al poder de los hombres, sean estos padres, hermanos, maridos, jefes o cualquier otra figura jerárquica que sugiera superioridad.