RESISTENCIA vs. RESILENCIA
Después de un tiempo de silencio y ostracismo he decidido escribir otra vez. Analizando las causas de esta larga ausencia del pensamiento crítico que caracteriza a Argirópolis, debo reconocer que fue por el desánimo que me produjo tanta anti política, desorden, incertidumbre, desparpajo, pero fundamentalmente la falta de moral de nuestros representantes (del pueblo), la acefalía del Poder Ejecutivo y la resiliencia en lugar de la resistencia por parte de una Argentina dominada y adormecida.
El desánimo se produce ante la impotencia de cambiar algunas cosas que nos resultan difíciles de entender, pesadas para llevar y que día a día se acentúan generando mayores incomodidades.
El gobierno de Milei (si se le puede llamar así) ha cumplido 7 meses desde aquel día en que un grupo de argentinos haciendo uso de su derecho al voto, lo puso en ese lugar. Muchos de ellos, hastiados e indignados con los dos gobiernos anteriores que solo trajeron más desgracias sobre la Argentina, el de Macri volviéndonos a endeudar con el FMI y el de Alberto Fernández poniéndole la firma a través del superministro de economía, Guzmán.
Milei ganó las elecciones capitalizando el enojo de la gente ante tanto desgobierno y fue tal el descontento que les dijo a todos claramente lo que iba a hacer si llegaba a presidente y aún así la mayoría lo eligió en la segunda vuelta.
Muchos de ellos ya están sufriendo las consecuencias de las políticas públicas que ellos mismos eligieron y hoy se quedaron sin trabajo, sin casa, sin comida y descendieron en la escala social a niveles impensados de pobreza, mientras que la otra parte de los votantes lo hicieron influenciados nada más que por la popularidad que se construyó Milei en las redes sociales, la mayoría jóvenes, analfabetos políticos o sea imbéciles tecnológicos sumados a mentecatos sociópatas de distintas edades que todavía dicen que “hay que darle tiempo”.
La ignorancia de estos individuos sobre los conceptos de Nación, Estado y Gobierno los lleva a informarse únicamente a través de los medios, especialmente la televisión. Esto refuerza su creencia de que quienes piensan diferente son «putos comunistas». Ni hablar si se les pregunta por qué votaron a Milei, o peor aún, si se les pide que definan qué es el comunismo. Seguramente, en un despliegue de ciberidiotismo, responderán con frases como: «los kuka no vuelven más» o «cortala, peroncho de mierda».
Milei no ganó las elecciones porque haya tenido propuestas superadoras al caos que se estaba viviendo (inflación desenfrenada, especialmente), ni tampoco porque se presentara como un “Rockstar antisistema”. Cualquiera que se hubiera detenido a escuchar, solo escuchar, las locuras que decía que iba a hacer: reforma laboral, cierre de ministerios, quita de derechos, venta de órganos y otras aberraciones, se hubiera puesto a buscar en Google qué es el anarco capitalismo, que este desquiciado proclamaba a toda voz y se habría dado cuenta que votarlo era lo mismo que escupir para arriba o refrescarse la cara en el desagüe de una cloaca.
Asimismo, lo hicieron presidente en perjuicio propio, por imbéciles y haciéndose responsables de la destrucción del Estado donde también vivimos los que no lo votamos.
El cambio que querían en realidad era lo que los medios y las redes sociales habían inyectado en sus mentes enfermas de odio: el anti peronismo, lo que ellos mismos habían disfrutado durante años: los derechos sociales, la Justicia Social y el Estado de bienestar con asistencia del Estado en la salud, la educación, las tarifas subsidiadas, medicamentos para enfermos de cáncer, ayuda al discapacitado, etc.
Muchos peronistas fueron también víctimas de la desinformación o de la pereza por no indagar antes de emitir su voto, de todos modos, además de Milei, Massa o Bullrich, había otras opciones.
Ya después del triunfo de Milei, nuestros líderes políticos y nuestros representantes electos, diputados y senadores aparentaban presentar una buena oposición desde sus lugares, pero tampoco fue así, nuestros políticos desaparecieron de la escena cívica y los legisladores dieron hasta ahora una muestra muy clara de su corrupción. Milei los calificó de “nido de ratas”, y demostraron que no se ofendieron por el apelativo, sino que decidieron formar un grupo de “dialoguistas”, racionales, negociadores, no como esos inadaptados que gritaban improperios para defender sus bancas y el pueblo que representaban, como Alem, Irigoyen, Pellegrini, Palacios y otros. Estos “negociadores y dialoguistas”, junto con los 18 gobernadores de provincia entre los que se encuentra Martín Llayora y la complicidad de los gorditos de la CGT, apuestan a una mejor realidad de la que ya son baqueanos, “tenemos precio”: coima y firmamos, así nos sentenciaron a muerte, pero deben saber que el peronismo no es un partido político, es un movimiento que nunca será derrotado y siempre va a estar vigente mientras exista un solo trabajador que luche por sus derechos, que peronismo no es comunismo, es tercera posición: Soberanía Nacional, Independencia Económica y Justicia social, mal que les pese.
Lo que no puedo entender y fue tal vez lo que me llevó a silenciar mis críticas, es la terrible abulia de los que se dicen peronistas de verdad, que son muchos. Algunos pueden pensar que, en lugar de resistir a tanta injusticia, decidieron ser resilientes, término que los embaucadores del sistema y politiqueros baratos incorporaron a nuestro vocabulario y es como decir que se adaptaron a las circunstancias y creer que estábamos bien pero no era real y que hay que estar mal como ahora para que después estemos bien.
No queremos resiliencia, queremos resistencia ante este atropello, pero tenemos una sociedad aletargada que ha confundido la fortaleza con la flaqueza y el estoicismo, que acepta la inmoralidad y el desgobierno como “hacer el aguante” a tanta injusticia. Son como ovejas yendo al matadero.
La super élite financiera globalizada, que también tiene controlada a la burguesía en todo el mundo, manipula la realidad para confundirla, como lo hacen con nosotros, entonces se cumple lo de la jaula de hierro que propone Weber, como límite de la voluntad del hombre llevándolo a acatar sus tiranas propuestas con la ayuda de los sicarios como Milei, hasta conseguir la sumisión absoluta, en medio de la represión de una borracha delirante como la Bullrich, para que en el momento en que se tensan las cuerdas del mercado nos volvamos flexibles, de goma, pero a palos.
En conclusión, los peronistas como yo tenemos un problema anímico, nos cuesta crear una resistencia desde la misma sociedad, nos han inyectado tanto individualismo que el problema lo tenemos que solucionar desde dentro nuestro, nos obligan a ser resilientes, pero no es más que anti resistencia.
La resiliencia, o sea adaptarnos a soportar callados, es el mal de los peronistas argentinos, como dice Carlos Javier Blanco, Doctor en Filosofía de la Universidad de Oviedo. España: “La resiliencia es el golpe de gracia a la Humanidad, la psicologización de los males del mundo, la neutralización de la lucha de clases.”