En enero de 2024 escribí este artículo, que por esas cosas del destino, jamás publiqué. En ese momento nos empezábamos a despertar en una nueva realidad, aunque habíamos imaginado que sería algo distinto, nunca dudábamos que era una versión que ya habíamos vivido, pero con una impronta que maquilla la realidad, pero que en esencia, es lo mismo.
El siguiente es el artículo que quedó nunca fue publicado.
Creíamos que lo de la derecha gaucha era simplemente robar y repartirse el botín. Pensábamos que la cultura no iba con ellos, que no leen, que les molesta el pensamiento crítico y cualquier forma de creación intelectual. Creíamos que su miedo a lo nuevo y lo diverso se convertía en pus de la sociedad. En fin, pensábamos que seguían fieles a la tradición de una derecha conservadora: ignorancia, rapiña y dependencia.
Sin embargo, ahora resulta que además son tontos, si se me permite la semejanza, son como adolescentes en plena edad del pavo. Son el sacarse el moco verde y tirárselo al compañero que está de espalda. Pintarle bigotes a la profe de lengua o a levantarle la pollera a la chica que está desprevenida, y eso resulta más que preocupante, porque se trata del mismísimo presidente y su gabinete de ministros.
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Hace pocos días, en una red social el presidente publicó un meme con la imagen de Superman, que, por supuesto no se quedó corto y le puso “Javier Milei”, frenando con su cuerpo a una enorme locomotora, que tenía como nombre “Hiperinflación”, y abajo la imagen de un inocente niño con una pelota, a la que le puso el texto “Argentina”
Enseguida imaginé al presidente concentrado buscando en su celular imágenes en internet; e imaginé su risa de alegría cuando encontró la perfecta, esa que resumía una gesta épica que lo representara fielmente. Luego del copy&paste obligatorio, seguí imaginando, pasar a la edición, diciendo: jo jo jo, si si si, esta está buenísima. Voy a tener millones de likes, vas a ver, imaginé diciéndole al otro chico tonto de al lado, y el chico tonto de al lado asintiendo con la cabeza y apoyando con alguna idea brillante sobre las frases que podría poner, pero el presidente prefirió el estilo áspero, minimalista, potente y épico.
La cuenta oficial de un político, y más la de un presidente de un país, en una red como X, supuestamente pasa por las manos de varios (in)competentes, (in)expertos en (in)comunicación, pero ¡no es así!, en nuestro país es el mismo presidente cumple con todas esas condiciones y quien hace sus propias “creaciones” y las publica.
Como tampoco hay alguien (in)competente que tenga medio dedo de frente que le avise al presidente que esa publicación –y como casi todas las que hace- no es apropiada, que está exponiendo impericia como entendido en la materia. Que la publicación afirma una suposición generalizada de su falta de condiciones profesionales, y que deja ver que solo es un “tuitero” audaz que está ofendiendo a quienes sufren los efectos de una política económica que está devastando a la sociedad. Y que, además, ese “logro” no hubiera sido posible sin las gestiones de uno de los chicos malos, al que le atribuyó el desastre del endeudamiento externo, en entrevistas que le hicieron los medios ¡hace tan solo 365 días o poco más!
Y perdone usted la simpleza de mi pensamiento, pero lo que me va quedando cada vez más claro, es que junto a los chicos tontos siempre están los chicos malos.
Con toda esta forma de comunicar, estos adolescentes frikis, hoy con poder legal y legítimo otorgado por la ciudadanía, y que lo estamos sufriendo, corremos el riesgo que pronto pasemos a pensar que los nazis no eran tan malos, y que se convirtieron en malos después de lo que hicieron, pero que era necesario, y que en principio era un movimiento popular que vino a cambiar una realidad angustiante en la República de Weimar con una ideología distinta, que liberaba de la opresión a los ciudadanos alemanes.
Pero estos son los chicos tontos, los que publican estupideces, y que siempre detrás de ellos, como le dije, están los chicos malos, esos que en realidad son los de la represión y la violencia. Antes usaban palos y tiros, hoy basta con la máquina de remarcar precios de los alimentos y servicios alcanza para disciplinar violentamente a toda una sociedad. Son los de la represión en las calles, que no soportan ni toleran que la gente no esté de acuerdo con sus viejas y ya fracasadas medidas, y que por eso ahora vuelven a creer, que el derecho a huelga o juntarse más de tres personas en una esquina, es un motín revolucionario desestabilizador que viene a conspirar contra el orden social.
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Son los chicos malos que recortan libertades y derechos civiles, los que niegan los alimentos para los que menos tienen -y que los necesitan con urgencia, y que además lo pagamos entre todos, cuando ellos no estaban!-, diciéndonos en la cara que vienen a liberarnos de la opresión de un sistema democrático que nos mintió y que no hundió en la pobreza. Los mismos que muestran su anuencia y sumisión a los poderes económicos, y se arrodillan frente a ellos sin que ellos se los pida, ni que tampoco esos poderes se den cuenta que están arrodillados.
Son los mismos que dijeron que no harían tratos con “comunistas” y que ante el imperativo de su realidad económica, terminan reculando en chancletas, porque esos comunistas tomaron nota y les dijeron que no le comprarían más ni soja ni carne, ni que tampoco le habilitarían un préstamo indispensable para pagar los intereses de una deuda que uno de los chicos malos pidió prestado al FMI para luego timbearlo entre los amigos, que es el mismo de una inflación de diciembre de 2023, o por lo menos las dos terceras partes del mes. Sí, ese mismo chico malo que hoy aparece como bueno porque se paga los cafés que toma cada día en la oficina que pagamos todos.
También, todos ellos, son los mismos que nos extorsionan diciéndonos que si no hacemos lo que ellos dicen que hay que hacer, habrá consecuencias, peores consecuencias para todos.
Son los chicos tontos y los chicos malos que no conocen los límites que tiene una sociedad, porque la sociedad nunca se los marcó de verdad, por eso no conocen el significado de país, y mucho menos, de humanidad.
Los chicos tontos no son más que un síntoma de que a los otros, a los malos, no les llega la luz suficiente, que son esos que no están a la vista de todos, sino en la oscuridad, esperando que el tonto haga lo que sabe hacer, tonterías para aprovechar la confusión del recreo para tocarle la cola a alguna chica, o, en la confusión, robarle caramelos al quiosquero del colegio o escupir la bandera.
Y también están los medios. ¡Oh, qué sorpresa lo de Milei! ¡Es que lo inventaron ustedes! gracias a miles de horas de televisión, con el solo y mísero intento de conseguir mejor audiencia, porque la audiencia es dinero, y ellos, los de los medios, van por el dinero sin importarles nada, sin siquiera detenerse a interpretar qué había detrás de los gestos ampulosos y grotescos de un personaje violento y misógino, de pésimos modales y bravucón. No cuestionaron ni una sola de las teorías que blandía, como un metafísico universal. Pingue negocio, dijeron los medios: contenido gratis y disruptivo. Menos “nocivo”, sin crímenes ni asaltos a viejitas haciendo las compras, mucho menos nocivo que la sangre que los categoriza de “amarillistas”.
¡Oh, qué sorpresa!, ¿no?
Sí, qué sorpresa. Cada vez que miro al presidente y su corte de chicos malos, a los nuevos políticos “cosplayers”, me pregunto, ¿cómo es posible que estos personajes hayan llegado a dónde están, si ya los conocíamos? Y mi respuesta, hasta ahora sigue siendo que no estoy mirando en la dirección correcta.