WOKISMO: ¿PERONISMO GLOBAL?
El «Wokismo» [i] ha emergido como un nuevo enemigo simbólico, una amenaza y una justificación conveniente para aquellos que no tienen respuestas ante el declive de Occidente. En Argentina, el término ha irrumpido recientemente en el debate público, sintetizando en sí mismo la ineficacia de un sistema económico que prometió primero el «derrame» y luego nada, culminando en discursos que exaltan el heroísmo de quienes nunca lograron cumplir con lo que aseguraban saber: el método para garantizar el bienestar general. Sin embargo, esa promesa nunca se materializó, y la culpa, por supuesto, se ha atribuido a las regulaciones, los salarios de los trabajadores, la migración, la logística, las condiciones climáticas, aquí, en nuestro país -por supuesto-, al peronismo o el cambio en el sabor de la Coca-Cola. Cualquier excusa sirve para ocultar una verdad incómoda: el sistema económico es tan vulnerable como cualquier otro.
El término «Wokismo«, y mucho más su significado, era desconocido en el país hasta hace pocos días. Solo en ciertos círculos académicos y entre quienes observan y leen sobre fenómenos y transformaciones sociales conocían de su existencia, que, por cierto, tampoco es algo nuevo, ni tampoco novedoso como pensamiento, ya que hunde sus raíces en la igualdad, revindicando desde la lucha contra el racismo hasta el calentamiento climático, habiendo formado parte hasta del hipismo. Pero bueno, la historia para nuestra derecha gaucha, siempre molesta o no interesa, porque lo que pasó, pasó.
Lo cierto es que hoy -desde el Foro de Davos, más precisamente-, el Wokismo se ha convertido en el nuevo chivo expiatorio, una suerte de «peronismo global», una construcción discursiva diseñada para desviar la atención de las fallas estructurales de un modelo económico basado en la acumulación desmedida de riqueza y la explotación de los recursos naturales.
Believers
Uno de los principales errores al abordar la economía es concebirla como una ciencia dura, cuando en realidad se trata de una ciencia social. Partir de esta premisa errónea conduce a la aplicación de metodologías inadecuadas y a la obtención de resultados sesgados o directamente incorrectos.
Otro error fundamental es creer -y lo peor, intentar argumentarlo- que la economía es una entidad independiente que precede y regula al mercado, cuando en realidad es una ciencia que busca comprender el comportamiento humano en el intercambio de bienes y servicios, en las transacciones comerciales y en los efectos que estas prácticas tienen en la vida de los consumidores y en la sociedad en su conjunto.
La confusión suele surgir cuando se pretende pronosticar o explicar los cambios en determinadas variables económicas, para lo cual se recurre a la matemática. Si bien esta disciplina es indispensable para realizar cálculos y modelizaciones, por sí sola no explica ni resuelve nada. La economía no se reduce a ecuaciones sin considerar los factores sociales, psicológicos y culturales que influyen en las decisiones económicas. Sin embargo, hay quienes insisten en manipular los números para que un rectángulo parezca un círculo, distorsionando la realidad económica en función de sus propios intereses.
Paradójicamente, quienes defienden esta visión rígida y matematizada de la economía terminan convirtiéndola en un dogma. Creen en sus modelos como si fueran verdades absolutas e incuestionables, ignorando que la economía, lejos de ser una fuerza superior que rige la sociedad, es simplemente un intento humano de entenderla. Así, en su afán de otorgarle un estatus casi divino, se transforman en devotos creyentes, dispuestos a justificar cualquier contradicción con tal de no cuestionar su fe.
Concentración de riqueza y desigualdad
Que las ideas que enarbola el Wokismo sean la solución a todos los problemas de la humanidad, es una mentira tan grande como creer que el mercado se regula solo, pero que un solo individuo concentre una fortuna equivalente al PIB de un país entero no es una validación del sistema actual esté funcionando bien, sino que es la evidencia que existen fallas que hay que resolver, porque el problema no radica en que ese alguien haya amasado semejante riqueza, sino en que esa concentración extrema de capital ha contribuido al empobrecimiento de millones, desplazándolos hacia los estratos más bajos de la pirámide social.
Según datos recientes, existen aproximadamente 2.700 personas en el mundo con fortunas superiores a los diez mil millones de dólares [ii].
Este pequeño grupo, que representa solo el 0,00003% de la población mundial, acumula una riqueza comparable al Producto Interno Bruto (PIB) de una superpotencia como China [iii]. Además, la fortuna de los 14 magnates más acaudalados supera el PIB de países como Panamá, Uruguay, Costa Rica o Bolivia [iv].
Este nivel de concentración de riqueza no solo evidencia una creciente desigualdad económica a nivel global, sino que también demuestra cómo el sistema financiero favorece la acumulación en pocas manos mientras millones de personas luchan por satisfacer sus necesidades básicas.
La ilusión del «derrame»
Una de las grandes promesas del capitalismo -y más precisamente desde los años ochenta del siglo pasado- ha sido la teoría del «derrame», que sostenía que la acumulación de riqueza en los sectores más altos prometía que beneficiaría a los sectores más bajos. Sin embargo, los datos muestran que los ultrarricos no «derraman» su riqueza en la economía real, sino que la reinvierten en activos financieros, especulación inmobiliaria o guaridas fiscales, sin generar mejoras significativas en la calidad de vida de la mayoría de la población.
La realidad es, que mientras la productividad laboral ha crecido en las últimas décadas, los salarios reales no han seguido el mismo ritmo. En otras palabras, el trabajo de las personas genera más riqueza, pero esta no se redistribuye equitativamente.
Crisis recurrentes y el agotamiento del modelo
El capitalismo, tal como está estructurado actualmente, ha demostrado una incapacidad crónica para autorregularse sin generar crisis sociales y económicas. Desde la Gran Depresión de 1929 hasta la crisis financiera de 2008, el sistema ha mostrado una tendencia a generar colapsos periódicos que afectan desproporcionadamente a los sectores más vulnerables, y especialmente en nuestro país, que depende y sigue obedientemente las recetas de los organismos multinacionales de crédito, que hicieron explotar por el aire todos los planes de un país -con toda la gente adentro-, y, como en cualquier catástrofe, nunca faltaron los buitres que se alimentaron de la desgracia ajena.
Por otro lado, la automatización y la digitalización vienen exacerbando la crisis laboral desde hace años. Millones de empleos están siendo reemplazados por la robótica y pronto será por inteligencia artificial, mientras que los beneficios de esta transformación se concentran en unas pocas corporaciones globales. Estas transformaciones pronto generarán una crisis aún mayor si no se establecen políticas adecuadas para redistribuir los beneficios de la automatización.
¿Un sistema en crisis o chivo expiatorio?
Si el capitalismo en su forma actual no está cumpliendo su promesa de mejorar la vida de la mayoría, urge explorar alternativas que permitan una distribución más equitativa de los recursos y el bienestar para los seres humanos. Una opción es el capitalismo regulado, como el modelo de socialdemocracia escandinava, que combina mercados regulados con impuestos progresivos y garantías sociales básicas. También existen economías alternativas, como el cooperativismo, la economía circular y la renta básica universal, que buscan redistribuir la riqueza sin depender exclusivamente de la lógica del lucro extremo. Por otro lado, el postcapitalismo, propuesto por teóricos como Paul Mason[v], plantea que la automatización y el acceso libre a la información podrían dar lugar a un modelo económico basado en la colaboración en lugar de la acumulación privada. Estas alternativas ofrecen distintas vías para transformar el sistema económico y construir sociedades más justas e inclusivas.
Si bien el capitalismo ha impulsado un avance tecnológico sin precedentes en el último medio siglo, su incapacidad para distribuir equitativamente sus beneficios ha generado un creciente descontento global. Protestas, movimientos sociales y una desconfianza cada vez mayor en las élites económicas justifica -y explica- que muchas personas estén cuestionando el sistema.
Hoy aparece el «Wokismo» como excusa para desviar la atención de estas fallas estructurales, ya que no es el responsable del fracaso económico, sino que este discurso es tan solo una cortina de humo utilizada para ocultar los desbalances profundos que generan desigualdad social.
La solución no es reemplazar el capitalismo por otro sistema, sino abordar la realidad y corregir estos desequilibrios para construir una sociedad más justa y equitativa.
[i] El wokismo es un término, a menudo usado de manera crítica, que hace referencia a una ideología basada en la conciencia y activismo sobre temas de justicia social, igualdad racial, derechos de género y otras causas progresistas. Se origina de la palabra inglesa woke («despierto»), que alude a estar consciente de injusticias sociales. Dependiendo del contexto, puede ser visto como un movimiento a favor del cambio social o como una postura excesivamente políticamente correcta o de” cancelación”.
[ii] La riqueza de los milmillonarios se incrementó en dos billones de dólares en 2024, tres veces más rápido que el año anterior, mientras que el número de personas que viven en la pobreza apenas ha variado desde 1990 – Publicado: 20 enero 2025 – https://www.oxfam.org/es/letters-and-statements/la-riqueza-de-los-milmillonarios-se-incremento-en-dos-billones-de-dolares
[iii] Las 3.000 familias más ricas del mundo controlan el 13% del PIB global
[iv] Lista Forbes | El club de los 100 trillones de dólares: Amancio Ortega, entre las únicas 14 personas que tienen fortunas de 12 cifras. https://forbes.es/forbes-ricos/437549/lista-forbes-el-club-de-los-100-trillones-de-dolares-amancio-ortega-entre-las-unicas-14-personas-que-tienen-fortunas-de-12-cifras
[v] Paul Mason desarrolla su teoría del postcapitalismo en su libro Postcapitalism: A Guide to Our Future (2015). En esta obra, argumenta que la automatización, el acceso libre a la información y la economía colaborativa están erosionando las bases del capitalismo tradicional, allanando el camino hacia un nuevo modelo económico basado en la cooperación y la reducción de la propiedad privada en favor del conocimiento compartido.