NO FUE REGALO, FUE LUCHA
Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha para mirar atrás y reconocer cómo las leyes en Argentina han cambiado en favor de las mujeres. Hace un siglo, las normas ubicaban a las mujeres en una clara desventaja frente a los hombres. Hasta 1951, no podían votar. Ese derecho llegó gracias a la Ley 13.010, impulsada por Eva Perón en 1947, aunque recién se aplicó en las elecciones de 1951. Antes, la política era un terreno exclusivo de los varones.
En el ámbito familiar, el Código Civil de 1871, redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield, establecía al marido como jefe de la familia. Las mujeres casadas no podían trabajar, vender sus propios bienes ni iniciar juicios sin autorización del esposo. Incluso los bienes que aportaban al matrimonio quedaban bajo su administración. Hasta 1968, esta desigualdad se mantuvo intacta. Ese año, una reforma permitió a las mujeres gestionar sus propiedades, un paso hacia la autonomía económica.
Otro ejemplo es el «derecho de corrección», una figura legal que permitía al marido «disciplinar» a su esposa e hijos. Proveniente del derecho romano, esta norma justificaba castigos «moderados» para mantener el orden familiar. Aunque no avalaba explícitamente la violencia, dejaba a las mujeres en una posición vulnerable. Esta práctica comenzó a desmoronarse en la década de 1960, con los primeros movimientos feministas, y fue eliminada de facto en 1985, cuando se estableció la igualdad entre cónyuges y la patria potestad compartida. Antes de esa reforma, solo el padre tenía autoridad sobre los hijos.
En materia penal, el adulterio reflejaba otra disparidad. Hasta 1995, cuando se eliminó como delito, la ley castigaba más duro a las mujeres. Una esposa infiel enfrentaba penas por el simple hecho de serlo, mientras que un marido solo era sancionado si mantenía un concubinato público y notorio. Una infidelidad ocasional no lo afectaba legalmente. Esto evidenciaba un control más estricto sobre la conducta femenina.
Hoy, las cosas son distintas. Desde 1985, ambos progenitores comparten la patria potestad. Desde 1999, se reconoce que puede haber violación en el matrimonio, algo impensable antes, cuando el consentimiento se asumía perpetuo. En 2015, el nuevo Código Civil y Comercial permitió acordar el orden de los apellidos de los hijos y prohibió el castigo físico en la crianza, eliminando vestigios del viejo «derecho de corrección». Además, desde 2020, las mujeres acceden al aborto legal, seguro y gratuito, un cambio que contrasta con décadas de penalización.
Estas transformaciones, que no son todas, no son un relato lejano: son la raíz de un presente donde las mujeres, antes olvidadas o silenciadas por la ley, hoy tienen voz y derechos.
La historia de estas conquistas no solo ilumina el pasado reciente; debe sacudirnos la memoria colectiva y plantarnos firmes en un suelo de igualdad jurídica que, hace apenas unos años, parecía un horizonte imposible.