SABIDURÍA ANCESTRAL Y ALTERNATIVAS DE FUTURO
Con el alma de un País en turbulencia, Argentina atraviesa la mas profunda y extraña crisis jamás vista en nuestra historia. No es únicamente una crisis económica o política, sino de una fractura en el tejido social y espiritual de la nación y la sociedad en su conjunto. El titubeo, la duda, la incertidumbre, la precarización de la vida y el individualismo extremo han deteriorado y estropeado los lazos comunitarios y familiares que, en otros tiempos sostuvieron a nuestro país en sus momentos más oscuros.
Desde la perspectiva de las cosmovisiones originarias, podemos pensar en que, la crisis no solo como una caída, sino como un ciclo que debe ser atravesado para recuperar el equilibrio, el sentido del ser del buen vivir. En la tradición de muchos pueblos originarios de América Latina, el bienestar no se mide únicamente en términos materiales, sino en la armonía con la comunidad y la naturaleza. Así como el pueblo mexicano y su actual presidenta han reivindicado el pensamiento de sus ancestros, en Argentina es necesario recuperar esa visión donde la justicia y la solidaridad sean los pilares de la reconstrucción.
En muchas tradiciones indígenas, el concepto del «buen vivir» o «sumak kawsay» enfatiza la importancia de la reciprocidad, la interconexión con la naturaleza y el respeto por la vida comunitaria. Desde este punto de vista se puede ofrecer una perspectiva alternativa, diferente a la lógica del mercado y el consumo desmedido que han encolerizado la crisis argentina. El retorno a una cosmovisión más holística y equilibrada podría ayudar a reconstruir los lazos sociales y recuperar un sentido de propósito colectivo.
Siendo o considerando esta visión como un verdadero contraste frente la idea de progreso que ha dominado la historia moderna de Argentina, basada en la acumulación de capital y la explotación de los recursos naturales.
La crisis actual de vislumbra día a día y el dolor se siente en el cuerpo y el alma de jubilados, enfermos, niños, adolescente, mujeres y hombres, entonces, como una oportunidad para repensar el modelo de desarrollo del país. ¿Es posible construir un futuro donde la economía esté al servicio de la vida y no al revés? La respuesta puede encontrarse en la sabiduría de aquellos pueblos que han mantenido una relación de respeto con la tierra y con sus comunidades.
Repetimos, conocemos y entendemos que, este proceso de deshumanización genera una profunda pérdida de sentido en la vida cotidiana. La competitividad extrema reemplaza la solidaridad, y la incertidumbre constante sumerge a la sociedad en una angustia colectiva. Las relaciones humanas, en lugar de ser espacios de encuentro y apoyo, se transforman en arenas de lucha donde el otro es visto como un obstáculo o un rival.
Sin embargo, frente a esta realidad, germinan espacios de resistencia., como los movimientos sociales, organizaciones comunitarias y redes de solidaridad continúan tejiendo lazos de apoyo mutuo, reivindicando la importancia de la comunidad en la construcción de un futuro más justo.
Inspirarse en los valores de los pueblos originarios puede proporcionar una alternativa viable para contrarrestar esa deshumanización, y, con la práctica del trabajo comunitario, la toma de decisiones colectivas y la defensa del territorio como un derecho inalienable pueden servir como modelos para una sociedad más inclusiva y sostenible.
La espiritualidad indígena, está basada pura y exclusivamente en el respeto por la vida en todas sus formas, ahí es donde nos recuerda que el progreso no puede medirse solo en términos económicos, sino en la capacidad de construir sociedades donde todos tengan un lugar digno.
Asimismo, la crisis actual ha puesto de manifiesto la fragilidad de los sistemas de protección social y la necesidad de nuevas formas de organización comunitaria. En este contexto, el pensamiento indígena y su énfasis en la interdependencia pueden ofrecer respuestas valiosas. La economía del cuidado, por ejemplo, que pone en el centro las relaciones humanas y el bienestar colectivo, se alinea con la visión de los pueblos originarios y puede ser una alternativa a la lógica del mercado.
Y, en el camino cuesta arriba de esta crisis, es fundamental destacar el papel de las mujeres en la construcción de alternativas políticas y sociales que desafíen el modelo dominante. La historia nos ha demostrado que las mujeres han sido motor de resistencia y transformación en América Latina, desde las luchas indígenas hasta los movimientos feministas contemporáneos. Su liderazgo no solo ha estado marcado por la lucha por la equidad de género, sino también por una visión más humanista y comunitaria del poder.
Las mujeres en el poder han demostrado que es posible gestionar desde la empatía, la cooperación y el compromiso, la humanización y la comprensión respecto a los sectores más vulnerables. En nuestro país, el liderazgo de mujeres en diversos ámbitos políticos y sociales ha sido clave para sostener la lucha por los derechos humanos, la justicia social y la igualdad.
Desempeñando un papel crucial en la organización de la economía popular, en la defensa de los derechos laborales y en la lucha contra la violencia de género, mostrando que la fortaleza no reside en la imposición del poder, sino en la capacidad de transformar la realidad con solidaridad y resistencia. Este tipo de liderazgo representa una alternativa al modelo autoritario y excluyente que ha profundizado la crisis en Argentina.
Mi querida tierra, mi país, Argentina se encuentra en una encrucijada histórica, “la deshumanización que impone el neoliberalismo extremo” amenaza con colapsar el entramado tejido social y terminar por correo lo poco de humanidad que queda en él, dejando a su paso un país fragmentado, arrasado y desprovisto de su esencia solidaria. Aunque, en medio de la crisis, se dice que persiste la semilla de esperanza. Nuestra historia nos demuestra que, aun en los momentos más oscuros, la resistencia popular ha sido capaz de transformar el destino del país.
Volviendo la mirada hacia los pueblos originarios de América Latina, encontramos que su sabiduría radica en la resistencia y en la memoria colectiva.
Y, en este sentido, la organización social basada en la ayuda mutua y la cooperación puede ser un faro de luz en tiempos de crisis, al igual que los movimientos de economía popular, las cooperativas y los proyectos autogestión que han demostrado que es posible construir alternativas al modelo dominante.
Con estas experiencias vemos que reflejan una forma de resistencia que, al igual que en las comunidades indígenas, se basa en la construcción de redes de apoyo y en la defensa de la vida por sobre el capital.
La pregunta que queda abierta es si, como sociedad, ¿podremos canalizar esta crisis hacia una reconstrucción más justa y equitativa? o si, por el contrario, ¿nos resignaremos a la fragmentación y el abandono?
La respuesta a esto será pura y exclusivamente de que tanta humanidad nos queda, por lo tanto diré que dependerá de nuestra capacidad de recuperar el sentido de comunidad, de reivindicar la dignidad humana por encima de la lógica mercantil y de construir, desde la resistencia y la solidaridad, una Argentina más humana y esperanzadora.