Las emociones son la manifestación de la evolución. Antes de hablar fíjate que tu espejo esté sano
En estos tiempos de tan finita tolerancia y de escaso caudal lingüístico, hemos podido descifrar cuantiosas formas agresivas delictivas y abusivas sin tocar cuerpos.
Sentada en el banco de la plaza escucho al pasar un “señor” que detiene a otro “señor” diciéndole: ¿che gordo, me decís la hora?, el otro señor lo observa por unos segundos, mira su reloj y responde: son las 17:45 pelotudo. Atónito y descontrolado el primer señor le dice…pero ¿qué te pasa, estás loco vos? ¿Porque me llamas pelotudo?, el señor con sobrepeso le responde…porque sos pelotudo, irrespetuoso, ignorante y desubicado, a las personas no se las llama por su físico, su discapacidad, su color o su edad, cuando tengas que referirte a alguien la primera regla en una sociedad es el respeto y de eso vos tenes poco conocimiento porque, o sos pelotudo, ignorante o te crees pícaro, no me conoces por lo tanto no tenes ningún atributo para pararme en mi camino y descalificarme primero para luego hacer una pregunta. Después de tal acalorada discusión la cosa se calmó y cada uno siguió su camino.
Es importante la reeducación del lenguaje y la forma de interactuar con el otro, desaprender lo aprendido hasta hoy, porque todo aquello que tenemos naturalizado, todos actuamos sin tener conciencia sobre la violencia emocional que podemos ejercer sobre otras personas con nuestras palabras.
En la actualidad somos víctimas de muchos que utilizan la lengua como una espada aguda, y, a medida que los medios de comunicación y las personas en general se dedican más a este pasatiempo, el mal uso del lenguaje y la información parece agregar más violencia y destrucción en nuestras sociedades. En el idioma corriente esta actividad destructiva se conoce como crítica negativa con la intención de hacer daño.
Durante las últimas dos décadas percibimos un crecimiento sostenido del resonar de las noticias en los medios de comunicación argentinos que informan sobre el bullying y sus lacerantes consecuencias. El concepto de bullying fue introducido inicialmente por el psiquiatra Dan Olweus derivando del término mobbing del psicólogo Konrad Lorenz. Desde la perspectiva de Olweus, los episodios de violencia escolar pueden ser categorizados como bullying cuando cumplen cuatro requisitos (Kaplan, 2006). El primero es la existencia de un destinatario atacado por un agresor o grupo. El segundo, debe observarse una desigualdad de poder entre quienes protagonizan y quienes son destinatarios de estos episodios. Es decir, se trata de una interacción desigual. En tercer lugar, la repetición sostenida en el tiempo de las conductas de intimidación, aislamiento, tiranización, amenazas o insultos. Esa repetición produce un sufrimiento psíquico a mediano y largo plazo y consecuencias en la autoestima (Olweus, 1998). Por último, se individualiza la violencia directa. El blanco de los ataques es, en su mayor medida,
sujetos concretos. Aun cuando se victimiza a un grupo en todos los casos el concepto de acoso escolar solo se aplica a sujetos concretos. A su vez, la perspectiva del bullying distingue cuatro modos en los cuales se ejerce la violencia (Kaplan, 2006): Física, verbal, psicológica y social. La violencia física es más habitual en la escuela primaria que en la secundaria. Consiste, esencialmente, en hostigar al destinatario a través de patadas, golpes de puño, hincar objetos punzantes y empujones.
En cuanto a la violencia verbal se trata de segregación y discriminación visible en apodos, motes burlones, insultos focalizados en atributos estigmatizables (Goffman, 1989) del destinatario. Hay una estrecha relación entre la violencia verbal con los estereotipos insertos en dinámicas de discriminación. La violencia psicológica tiene una estrecha conexión con la autoestima. Ésta actúa como un marco que determina cómo procesamos información sobre nosotros mismos, lo que incluye motivos, estados emocionales, autoevaluaciones y habilidades” (Baron y Byrne, 2010).
La mirada porta siempre una dimensión relacional y remite a la producción de imágenes y auto-imágenes. A partir del desmantelamiento del Estado de bienestar y con la crisis del empleo asalariado, se ha generado una marginalidad avanzada que se caracteriza por una exclusión social y física de quienes la padecen. El lugar de residencia estigmatizado degrada simbólicamente a quienes lo habitan y de esta forma se justifican medidas especiales Conflictos, violencias y emociones en el ámbito educativo. Se disuelve el sentido del lugar ante la ausencia de un marco humanizado y culturalmente familiar, reduciéndolo a un espacio en donde no hay organización social para la resistencia y desarticulando posibles redes de trabajo y sustentabilidad internas…
” En los cuerpos “pobres” de los jóvenes se inscribe un imaginario vinculado a la delincuencia. Se trata de cuerpos ingobernables en la medida en que han sido abandonados por la mano protectora de la sociedad que se ve “traicionada” por unos padres y un ambiente que, en su misma condición de pobreza, son incapaces “naturalmente” de socializar adecuadamente a los niños y a los jóvenes”.
(Reguillo Cruz, 2013: 78-79).
Los juicios estigmatizantes que sobre estos grupos se aplican generan sentimientos de auto-exclusión que producen una sensación de vacío existencial. Las relaciones entre las experiencias emocionales y las marcas corporales se expresan a través de situaciones de violencia, ya sean hacia un otro o auto infligidas.
Los actos de violencia, contra los demás o contra sí mismos, por parte de quienes atraviesan el sufrimiento social, se sustentan en el sinsentido de vidas atravesadas por la exclusión (Bourdieu, 2013).
“Todas las sociedades humanas crean, además de todo, sus propias instituciones encargadas de la transmisión de sus valores e ideas, de sus modos de construir y percibir el mundo, y también, por supuesto, el cuerpo. En nuestra sociedad, una de esas instituciones fundamentales es la familia; pero otra, sin duda, es la escuela. El cuerpo, entonces, como realidad construida, en tanto toda realidad es construida por agencias y prácticas diversas, pierde en parte su unidad e individualidad y se multiplica. El cuerpo, más allá de las construcciones históricas, por ende, políticas, que pretenden unificar y normalizarlo, muestra en las prácticas sociales, en los usos, en las relaciones, en las significaciones, toda su complejidad y multiplicidad.
(Crisorio, 2009: 20)
Es por ello que se torna imprescindible que la escuela sea un escenario-espacio en el cual las y los estudiantes puedan guiar estas emociones de dolor. Es tarea de las y los adultos brindar espacios donde se sientan escuchados y logren encontrar otras vías de ayuda para tramitar el daño emocional padecido. Tomar registro de las experiencias que atraviesan las y los jóvenes les permite comprender las conflictividades que se viven a diario en las escuelas para poder, a partir de allí, adentrarse en el abordaje-tratamiento pedagógico de las mismas (Conflictos, violencias y emociones en el ámbito educativo Primera edición: mayo 2020).
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