¿Ser libre o ser feliz?
Todo nos indica que estamos inmersos en un contexto social que nos ofrece variantes permanentes, hay para todos los gustos y preferencias, estamos tan ejercitados con el ritmo en que se mueven los acontecimientos que tenemos una adaptación envidiable a cada cosa que nos toca ver, vivir o experimentar.
Hay una rama de la sociología que se llama “sociología pragmática” (Boltansky y Chiappero) que se relaciona con una sociología de la moral que describe este fenómeno y lo bautiza como NEC (nuevo espíritu del capitalismo). La realidad nos lleva a entender que el capitalismo es quién dirime y dirige los destinos globales a través de un comportamiento vinculado especialmente al consumo y las ansias y el deseo de tener, adquirir, poseer bienes que nos completan y le dan sentido a nuestra existencia, en fin, nos hace felices. Eso lo comprobamos diariamente cuando vemos que hay cosas que son inalcanzables, pero, también otras que son las que llegamos a poseer y que en poco tiempo pierden atractivo o vigencia ante un nuevo modelo de ese objeto, que da origen a un nuevo deseo.
¿Qué significa decir que hay una moral que describe este comportamiento?, nos referimos a la aceptación que mostramos ante estos hechos y cambios como si fueran algo tan natural como respirar, pero si nos detenemos a pensar un segundo, disponemos de una gran facilidad de adaptación que obedece a un discurso que escuchamos permanentemente y que casi de forma automática nos va llevando en una dirección que no estamos seguros si nos conviene tomar. El mensaje es muy atractivo y te incita a administrar tu propia libertad y que es esa la única vía por la que vas a alcanzar tu felicidad. Hasta suena atractivo pensar que solo nos están mencionando lo que podemos tomar de la vida libre y merecidamente, pero en realidad nos están diciendo lo que debemos escuchar, para que se materialicen sus intereses.
Si de pronto te das cuenta que trabajas mucho y lo que ganas te resulta insuficiente, te sientes explotado, la reacción lógica sería protestar, pero aquí es cuando el efecto del discurso moral que escuchas cambia tu actitud de protesta a la explotación por una de resignación. Ese es el efecto que, desde hace tantos años, produce este capitalismo salvaje y hace que nos preguntemos por qué lo aceptamos si ya no solo acentúa la pobreza y la desigualdad, sino que hace mi vida cada vez más dura y difícil.
Ese discurso tiene un mensaje: “ alcanza tu felicidad, sé libre”, es el argumento más sólido con el que el neoliberalismo nos cautiva desde hace varios años: “si te sientes explotado, hazte emprendedor, sé tu propio jefe, que nadie te mande, sé feliz, disfruta tu libertad”, y recibes un mensaje que crees que te hace libre pero convierte la explotación por parte de tu patrón en auto explotación, además, lo que no te dicen es que hacen falta oportunidades que ellos no crean, pero sí te motivan a que “tú puedes hacerlo” y hasta te sugieren libros de autoayuda o cursos de “coaching ontológicos y espirituales”. Su arenga no ofrece proyectos para contribuir a tu independencia o crecimiento, es un argumento moral y convincente que solamente es discursivo, abstracto y meritocrático. También van a decirte que el fracaso no existe, que si has fracasado es porque no te esforzaste lo suficiente. También este razonamiento es muy común en los sistemas piramidales y de “venta directa” donde te dibujan el “sueño americano” y el llegar a ser un gran empresario, vendiendo jabones o suplementos vitamínicos.
Esa es la moral que pretenden enseñar para justificar el cierre de empresas, la falta de trabajo, la precariedad laboral y la desigualdad y la pobreza que genera este capitalismo que cambia las relaciones de producción por un mercado de financiamiento en el cual se enriquecen solo aquellos que compran y venden dinero y que cada vez hacen más daño a la sociedad, generando más injusticia, pobreza, desocupación, inflación y desigualdad generando cambios de clase donde muchos llegan a descender en la movilidad social a niveles de indigencia.
Son los mismos que crean ese deseo de ser feliz solo con tener el mejor teléfono inteligente o el televisor más tecnológicamente moderno, mientras nos damos cuenta que lo que ellos llaman “administrar nuestra libertad” no es más que renovar las cadenas que diariamente nos atan.
Hace muy poco tiempo, a medida que se cerraban fábricas y otras emigraban, había miles de trabajadores desocupados a causa de estas políticas neoliberales donde el único mercado posible era el financiero, escuchábamos decir: “estudia de piloto de dron”, “fabrica cerveza artesanal”, “crea tu propio negocio”, la motivación discursiva moral era: “sí, se puede” y cada día había más gente pobre e indigente.
Es necesario tomar conciencia que no debemos permitir que nos dirijan con un discurso engañoso que solo les conviene al liberalismo neoconservador cuya finalidad es darle continuidad a un modelo que nos oprime. Es necesario que esa moral de la aceptación que llegamos a naturalizar se convierta en argumentos que nos lleven a buscar una mejor distribución de los recursos y especialmente de la cultura del trabajo, no permitiendo la negación de los derechos que se adquirieron con tanto sacrificio y promoviendo una acción respaldada por la autonomía que nos da nuestro sentido de la soberanía y la defensa de nuestra democracia a través del poder que nos otorga el voto.
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