Desigualdad social , igualdad de posiciones, igualdad de oportunidades y meritocracia
Para Gabriel Kessler en “Controversias sobre la desigualdad en Argentina 2003-2013” en su trabajo de investigación escribe sobre cuestiones relacionadas al tema desigualdad, no solo por ser un concepto clave en el lenguaje de los actores políticos de esos tiempos, sino también porque lo ve como una deuda pendiente de las ciencias sociales en América Latían respecto a la falta de teorizaciones y análisis conceptuales. En su hipótesis escribe…“en la década transcurrida pueden señalarse tendencias hacia una disminución de las desigualdades sociales y, al mismo tiempo, hacia la perdurabilidad o, aún, el incremento de determinadas desigualdades”… refiriéndose a la gran diferencia que existe en la división de ingresos y el mercado de trabajo, explicando que se pueden encontrar grandes y, quizás mayores logros en términos de igualdad y desigualdad en los indicadores de disminución de la tasa de pobreza y disminución del coeficiente de Gini, como indicador de la desigualdad entre hogares y personas.
La distribución u orden funcional o practico entre capital y trabajo no muestra en Latinoamérica una mejora, particularmente, en Argentina. Destaca el tema sobre la educación, y, en ése ámbito observa mayores inversiones e inclusiones en todos los sectores, aunque existe una disminución del incremento de la educación media, advierte una tendencia decreciente a las diferencias de años de educación entre las distintas clases sociales en la medida en que desciende la edad, expone que los indicadores internacionales de los que disponen para comparar no nos favorecen.
Ejemplo: La última globalización de la Historia como la conocimos hasta la pandemia ya está mutando otra vez. Ahora, una guerra traba todavía más la cadena de suministros, desquicia los precios de energía y alimentos, provoca inflación y genera la dinámica geopolítica más tensa y confrontativa desde la Guerra Fría.
La pandemia -y ahora la guerra- han terminado de configurar una gran crisis superestructural, en la que América Latina no puede mirarse aislada, y ante la cual debe reaccionar mancomunada. El mundo experimenta una suma de múltiples transiciones -geopolíticas, productivas, tecnológicas y ahora de seguridad- que crean tensiones que pueden confundirse con crisis exclusivamente locales.
Encontramos abultados textos sobre temas como desigualdad social, justicia social y meritocracia con descripciones sobre razones que justifican la problemática, con múltiples y diferentes argumentaciones, algunas como fenómenos socioeconómicos, o, las variables sociales y económicas, discurso sobre que, la pobreza y la desigualdad son percibidas como “males”.
La consideración de la pobreza como un mal social es casi universal, Adam Smith, sostiene que “ninguna sociedad puede ser próspera y feliz cuando la mayor parte de los miembros de su población son pobres y miserables” (Smith, 1776).
El argumento de la desigualdad social como un mal, su análisis es más controversial, ya que existen argumentos filosóficos a favor y en contra de la preocupación por la desigualdad, y un amplio debate sobre cuál es la variable que es deseable igualar entre las personas, ingreso, consumo, utilidad, oportunidades, la desigualdad, en su amplitud contempla situaciones de inequidad de la vida de las personas como género, raza ( el significado de “raza” pertenece al “reino animal” irracional, si bien el ser humano es un “animal” es “racional”, “pensante”, lo que quiere decir que, no existen razas entre nosotros, si, etnias y/o nacionalidades diferentes), clase, si bien se expresa que es un problema de larga data y siempre ha sido un tema central en el discurso político, económico y social. Desde la revolución industrial y con el crecimiento del capitalismo se han profundizado las diferencias entre ricos y pobres, notándose estas diferencias y contradiciendo, aunque hubo cierto crecimiento económico y un achicamiento de la brecha entre los que menos ganaban y los más ricos, las diferencias subsistieron. Las desigualdades logran perpetuarse porque, si bien la fabricación de categorías es gestada de un modo cuasi-monopólico desde las élites más privilegiadas de las diversas organizaciones, elites que gozan de un sitio en el ordenamiento social que les permite incluso etiquetar de un modo negativo a otras fracciones sociales, Charles Tilly: “La desigualdad persistente”.
Sandel analiza la sociedad norteamericana y pone patas arriba el “sueño americano”, esa promesa de que el talento y el esfuerzo te llevarán al éxito; una promesa imposible en una sociedad tan desigualdad y meritocrática como la americana. Una promesa, el sueño americano, que, sin embargo, “goza de muy buena salud… ¡en Copenhague!”. Según este autor, “en una sociedad meritocrática los ganadores deben creer que se han “ganado” el éxito gracias a su propio talento y esfuerzo (…) Pero, no puede decirse que todo ha sido tan solo cosa de ellos. ¿Y los padres y profesores que les han ayudado a llegar ahí? ¿Y las cualidades y dones naturales que no han sido completamente obra suya? ¿Y la buena suerte de vivir en una sociedad que cultiva y premia las aptitudes que han resultado tener?”. De esta forma, y tras un concienzudo análisis, Sandel se preocupa del bien común y advierte que para eso es importante que la sociedad cultive dos sentimientos: la gratitud y la humildad, ambos difíciles de aprender en una sociedad meritocrática como la actual. A partir de estos dichos o declaraciones, Sandel se va deteniendo en algunos aspectos que sirven para explicar la situación actual y que ilustran los efectos nocivos de la meritocracia. “La tiranía del éxito” es una sólida crítica a que la meritocracia haya pasado a formar parte del sentido común, y a partir de ahí una llamada a revisar cómo pensamos acerca de la justicia y la cohesión sociales. Porque debemos aceptar que lo lejos que alguien llegue no depende solo de su talento, sus estudios o su esfuerzo. “La tiranía del mérito” es un trabajo sobre los problemas de la meritocracia desde su concepción hasta sus efectos.
Ejemplo: Las meritocracias es objeto de un rechazo atávico entre los progresistas. De hecho, suelen pensar que el mérito está en las antípodas de la igualdad: una sociedad meritocrática castiga a los vulnerables mientras recompensa a los ya privilegiados. Pero estamos, en realidad, ante una alquimia conceptual. El ideal meritocrático moderno es parte integral del paradigma de la igualdad. En el orden medieval, las perspectivas de vida de las personas estaban totalmente determinadas por su origen. La meritocracia surgió cuando el ethos igualitario burgués barrió de un golpe esas estructuras fosilizadas. En la medida en que las oportunidades de los individuos —incluyendo su acceso a cargos, posiciones y roles sociales— ya no podían depender del pedigree, el mérito personal se instaló como el criterio más democrático para administrar el progreso entre iguales.
Entender la meritocracia es hablar de neoliberalismo, para ello cabe la lectura del premio “Nobel de economía”, Friedrich Hayek donde claramente describe su pensamiento, la libertad y el progreso provienen exclusivamente del éxito del neoliberalismo, “…la pérdida de popularidad del liberalismo se explica, en cierta medida por su propio éxito. Ha venido a ser considerado un credo negativo porque no puede ofrecerles a los individuos otra cosa que una participación en el progreso general. Sin embargo, ya no se reconoce que ese progreso ha sido precisamente el resultado de la política liberal de libertad. todo lo contrario, los hombres se han acostumbrado tanto a su nueva prosperidad que ahora las desigualdades les parecen insoportables e injustificadas. ahora, la gran pregunta no es porque algunos llegan a la riqueza sino porque no todos somos ricos” … De esta manera Hayek describe la frase de Tocqueville en 1848, “la democracia extiende la esfera de la libertad individual”, interpretándola cómo esa igualdad en el socialismo restringe las libertades del hombre convirtiéndolo en un simple número, que igualdad en el socialismo, es restricción y servidumbre, la democracia busca la igualdad en la libertad… “El individualismo neoliberal avanza ejerciendo una inevitable erosión de la solidaridad grupal, generando un votante cada vez más caprichoso que elige un poder que está en otra parte, un sistema privado de poder de auto gobierno, pero que garantiza al ciudadano su seguridad y capacidad para consumir” … (Peter Mair. “gobernar en el vacío”). Lo que Hayek pretendía por medio de su filosofía defensora de los ideales políticos del liberalismo, es la piedra inicial del neoliberalismo que tanta desigualdad y pobreza ha generado, principalmente en Latinoamérica a través de los gobiernos que fueron cómplices de las grandes corporaciones capitalistas de los países desarrollados.
Entre el neoliberalismo y el capitalismo salvaje, recuperando a Antonio Gramsci con su frase, “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos” … esos monstruos que aparecieron en éstos últimos tiempos es “el capitalismo salvaje”, describir al nuevo capitalismo a partir de la década de los 90’, en una economía descontrolada y con consecuencias extremamente negativas para los países que no pueden oponérsele, que además conlleva aumento masivo de la pobreza, crimen y desempleo en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Según el economista Bernardo Kliksberg, «el capitalismo salvaje crea monopolios y controla el mercado, que operando a través de las multinacionales genera una enorme desigualdad social. Los pocos ricos son cada vez más ricos y la mayoría de pobres se vuelven cada vez más pobres. El capitalismo salvaje pretende eliminar totalmente al Estado de su tarea de contralor, regulador, para adueñarse, a placer, del mercado. Esta práctica, promovida por economistas ortodoxos, es la que está generando cada vez más pobreza en el mundo.»
Dubet plantea dos grandes conceptos teóricos vigentes que animan los debates acerca de la justicia social: la igualdad de posiciones y la igualdad de oportunidades. La primera se refiere al grado en que están próximas o distantes las distintas posiciones que los individuos pueden ocupar en una sociedad (independientemente de quiénes son los que las ocupan realmente): por ejemplo, trabajadores no calificados, técnicos o directivos en las empresas. La segunda se refiere a la equivalencia en las probabilidades que los individuos tienen de alcanzar u ocupar esas posiciones, sin importar cuán distantes estén ellas unas de otras. Estas dos perspectivas confrontadas no son “meros diagramas teóricos” –nos dice el autor– sino que por el contrario son sostenidas por actores diferentes, involucran distintos intereses y tienen consecuencias sobre la orientación que asumen las políticas sociales que se adoptan. Especialmente los partidos de izquierda, que persiguen explícitamente la justicia social como un objetivo virtuoso, no pueden prescindir de tomar posición al respecto. La primera representación de la justicia social –más arraigada en la Europa continental y particularmente en Francia– persigue que se reduzcan las diferencias de ingresos, condiciones de vida, acceso a servicios, etc. entre las posiciones sociales ocupadas por individuos desigualmente dotados. De manera que, al aproximarse las posiciones “…la movilidad social de los individuos no sea ya una prioridad”. En cambio, la segunda de estas concepciones, más propia de los países anglosajones y que tiende a ser dominante hoy día –dice Dubet– tiene un fundamento meritocrático y busca asegurar que todos tengan posibilidad de acceder a las posiciones más ventajosas, independientemente de sus orígenes y herencias, si se esfuerzan lo bastante. Busca menos nivelar posiciones que remover obstáculos y discriminaciones que “…perturbarían una competencia al término de la cual los individuos, iguales en el punto de partida, ocuparían posiciones jerarquizadas”
Ejemplos: ROMA (AP) — El papa Francisco llamó a los recaudadores de impuestos a redistribuir las riquezas y financiar servicios sociales que ayuden a los pobres, afirmando que tales esfuerzos son “una garantía de igualdad” por el bien común. El pontífice se reunió con personal de la agencia recaudadora de impuestos de Italia, y destacó que los fondos que recaudan sirven para financiar el sistema de salud pública de Italia.
Según el funcionario, la propuesta busca la reducción de los beneficios tributarios para quienes tienen mayores ingresos y redistribuir las rentas. El pasado lunes 8 de agosto, el Congreso de la República anunció la Reforma Tributaria para la Igualdad y la Justicia Social del Gobierno de Gustavo Petro. El ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, explicó que en el primer año se pretende recaudar 25,9 billones de pesos para financiar programas socioeconómicos y de infraestructura.
En el siglo XXI, tuvo lugar en la región un ciclo de crecimiento económico generalizado, los precios de las materias primas comenzaron a subir, esto les permitió a los gobiernos regionales contar con un flujo de divisas, de este modo pudieron sostener programas sociales. Este ciclo se vio caracterizado por la llegada al poder de numerosos gobiernos de izquierda y de centroizquierda. Durante estos años se aplicaron en varios países de América Latina una serie de políticas progresistas de carácter redistributivo, de reconocimiento de las identidades indígenas, de lucha contra la pobreza y aumento de la protección social de los más desfavorecidos. En un recorrido histórico extremadamente sintético podemos traer a la luz que, a pesar de los años y las luchas, Latinoamérica necesariamente debe continuar en pie de lucha para poder lograr la igualdad en sus sociedades.
Luego del acotado análisis de lectura sobre las distintas interpretaciones tanto historiográficas, económicas, políticas y sociológicas, para concluir, puedo analizar que la lucha contra la desigualdad y el pedido de justicia social en América Latina, es uno de los principales desafíos de los Gobiernos de la región o más bien, es una obligación lograr la equidad y eliminar la pobreza de sus pueblos.
Latinoamérica padece un estado de estancamiento y regresión en las condiciones económicas y sociales de larga data, donde la pobreza, se le unen el desempleo, la desigualdad social y la inseguridad, entre otros problemas.
Percibiendo como necesario desnaturalizar las protesta, ya que, sin lugar a duda, estos aviso de las sociedades utilizados como llamando de atención a la clase política, señalándoles los complejos problemas que las sociedades están atravesando, corresponde, obligatoriamente a los gobiernos escuchar a sus ciudadanos, analizar los hechos, revisar sus políticas de Estado y plantear propuestas encaminadas a disminuir los desequilibrios existentes en sus países con el fin de conseguir la igualdad económica y la justicia social que tanto reclama y necesita la región.
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