ADOLESCENCIA (ni niño ni adulto)
El tema de la adolescencia ha sido abordado en numerosas ocasiones debido a la importancia que tiene ese período en la vida de las personas. El término tiene origen en la palabra latina “adolescere” que tiene la traducción relativa de “crecer a pesar de todo” y se asocia con padecer o sufrir alguna aflicción, al estar “incompleto” o carente de algo ante las nuevas vivencias de una edad donde se es grande para ser niño y se es niño para ser adulto.
Es un período donde se elabora la identidad, se genera una transformación en el desarrollo y se comienzan a presentar importantes cambios físicos, cognitivos, sociales y psicológicos que van a definir la construcción de una sociedad de la que ellos van a ser protagonistas, lo que podríamos definir como “la próxima generación”.
El tema ha tomado notoriedad en estos días ante la proyección de la serie inglesa llamada “Adolescencia” que se puede ver en la plataforma Netflix.
La trama se desarrolla alrededor de un adolescente de 13 años que es acusado de asesinar a una compañera de escuela, el proceso policial de verificar su culpabilidad conversando con sus compañeros, las pericias psicológicas por las que debe pasar y el impacto devastador para su familia.
Podríamos interpretar todo lo que ocurre como una película policial, pero detrás de lo que es el trabajo de producción, actores y ejercicios psicológicos, se va dilucidando un universo de consumos online que, debido a la tecnología, sería masivo entre los chicos de esa edad.
Entonces surgen ciertos interrogantes, el concepto de los “incels” y la regla del 80/20 por el cual el ochenta por ciento de las mujeres querrían estar con el veinte por ciento de los hombres, por lo que la mayoría de los varones culpan esta selectividad de las mujeres al verse obligados a ser “célibes involuntarios”, de donde surgen sitios de internet como la manosphere, una red social donde los machistas se ceban entre ellos.
Si bien la película nos quiere dar un mensaje muy significativo sobre lo que ocurre hoy ante estas realidades, hay un argumento justificativo dirigido a los adultos como que la tragedia es inevitable y que hacemos como podemos, con lo que tenemos, que no hicimos nada malo y que siempre, los adultos tuvimos las mejores intenciones.
Este adultocentrismo de la serie está latente cuando no vemos a muchos adultos dialogando con adolescentes, ni a un policía, un padre o la psicóloga en algún momento desbordarse gritando o insultando, durante todo el transcurso de los capítulos, cosa que sería de lo más normal en estos casos donde una situación tan terrible produciría la reacción de cualquier mortal por más templanza que tenga, cosa que también llama la atención como que los adultos ignoran esa adicción a los celulares que tienen sus hijos, cuando los padres que tienen adolescentes hoy son de una generación que también vive pendiente de sus celulares, sea por su trabajo, redes sociales u otros motivos.
Nosotros, los adultos hemos sido modelados por nuestros padres y generamos una nueva forma de que nuestros hijos se vayan desarrollando, tal vez no consumimos lo mismo que ellos, pero somos conscientes de la violencia que circula por internet y lo que implica para ellos escuchar los discursos de odio o sexistas desde Donald Trump, pasando por Javier Milei o Agustín Lage, quienes ya no son adolescentes, dejando un mensaje de violencia adulta, además de los crímenes y femicidios que dejan claramente a la vista una cruda realidad de misoginia, machismo y antifeminismo.
Podríamos decir que los padres nunca se entendieron con los hijos, esa incomprensión mutua, esa brecha generacional, ¿hace que nuestra adolescencia sea diferente a la conducta de los adolescentes actuales? Y la respuesta es sí, fue muy distinta nuestra adolescencia a la de nuestros chicos que crecen con un celular en la mano, que les transmite la idea que teniendo uno de ellos casi lo tienen todo, diversión, conocimiento, comunicación, romance o todo aquello que nos evite estar hablando frente a frente con otro ser humano, adulto o no, padres, maestros o familiares.
Es una serie que cautiva, especialmente porque muestra una realidad que nos conecta con nuestras ansiedades, especialmente la de los padres de clase media, que siempre pensaron que hay cosas que nunca les van a pasar, porque “les pasan a los otros”, que son los que encuentran a través de cada capítulo que también las puertas de sus hijos adolescentes pueden estar cerradas para ellos, cualquiera sea la forma que decidieron criarlos y por más que hayan hecho lo que creyeron mejor para ellos.
Si nos detenemos en los crímenes de pandilleros que padecen en el Reino Unido, tal vez podamos entender el adultocentrismo de la película, porque no ha habido ningún caso de que un adolescente de 13 años apuñale a una compañera, pero la ficción nos deja un gusto amargo, y nos obliga a reflexionar y tal vez en algunos casos a reparar o tratar de arreglar algunas situaciones, corregir el rumbo de nocivas libertades o mensajes contradictorios que reciben nuestros adolescentes de sus padres, hacer un “mea culpa” por algunos casos de indiferencia o sordera ante pedidos de auxilio y tratar, especialmente, los que somos padres, de enviar un mensaje claro de masculinidad donde se contemplen las sensibilidades, las relaciones de igualdad con las mujeres, dejando atrás el patriarcado machista del pasado y orientar a nuestros adolescentes a superar los complejos que producen las falsas enseñanzas que entran por internet donde lo único importante parece ser lo estético, lo competitivo y lo falaz.