Dignidad o descarte
Todos cuando somos jóvenes, jamás pensamos que nos volveremos viejos, ni lo podemos imaginar, es algo que no ocupa nuestro pensamiento, tampoco pensamos que esa etapa de la vida nos llegaría, “falta mucho, se escucha”, aunque quienes ya están en transitando ese momento de la vida, cuando ya los brillantes cabellos plateados adornan la cabeza y las arrugas cuentan historias de los años pasados, detrás de aquellas personas, cargadas de sabiduría y valiosas experiencias, existe un lado oscuro y doloroso, pudiendo enumerar situaciones como, el maltrato que experimentan y enfrentan, a veces o la mayoría de las veces, es invisible para aquellos que no viven la vejez.
Se encuentran en una posición de vulnerabilidad, donde además el día a día es un desafío físico, social y emocional a medida que envejecen, y sus cuerpos se van transformando, lo que hace que su vida y el sufrimiento se acentúen, por lo tanto, el paso del tiempo hace cada día más difícil soportar un trato injusto, acompañado de la falta de respeto que reciben muy a menudo por parte de la sociedad.
Ese maltrato se manifiesta de diversas maneras, como la indiferencia y abandono familiar, el desprecio y la falta de consideración, sintiéndose obligados a lidiar con el estigma que rodea el envejecimiento, como si sus vidas fueran perdiendo valor con el paso del tiempo.
Incluso en muchos espacios, esa sociedad que no les da cabida, es una compañía para el envejeciente, y en la mayoría de los casos, el sortear los momentos de injusticia o desprecio hace que esas personas se aíslen de todo y de todos, siendo este el castigo más cruel que puede sufrir, prefiriendo dejar de luchar contra la invisibilidad, como si sus voces ya no fueran importantes y sus opiniones innecesarias.
Aunque, y a pesar del sufrimiento, siguen siendo resilientes, superando las adversidades, acumulando riqueza en conocimiento y experiencias, teniendo historias que contar y lecciones para compartir.
En esos años donde el horizonte parece estar más cerca, solo anhelan el respeto y la dignidad que se merecen, sin importar el tiempo de vida transcurrido. El deseo es vivir como individuos completos y no reducidos a estereotipos en función de su edad, esperando que la sociedad reconozca y respete su contribución y experiencia en esa etapa de la vida.
El maltrato que sufren las personas mayores a menudo es sutil pero insidioso, tratados como si sus opiniones y experiencias ya no importaran o simplemente, son insignificantes.
El sistema médico ya no es mas amable con los jubilados y/o adultos mayores, ya que a veces son tratados con condescendencia, como si sus quejas fueran o formaran parte del envejecimiento, enfrentándose a barreras para acceder a la atención y al tratamiento adecuado, sucediendo esto después de recorrer distintos lugares para ser aprobados o no conseguir el lugar adecuado para su atención.
Esperemos que el sufrimiento que enfrentan nuestros viejos sea visible y alertado por todos, así las generaciones futuras luchen por un mundo en que las personas mayores sean valoradas y respetadas independientemente de las arrugas o la cantidad de canas.
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