El lujo es vulgaridad
Recuerdo cuando era chico, y de esto han pasado muchos años, no era común escuchar tantos discursos, si no era por los noticieros cada una hora en la radio que en casa estaba encendida todo el día, ni nos enterábamos que existían los políticos.
No era imperioso que los que nos gobernaban o los que se oponían, trataran de llenar con sus palabras los espacios fuera de los escasos medios de comunicación con los que contábamos. A diferencia de hoy que somos invadidos por las opiniones y palabras de políticos propios y ajenos en cualquier parte donde nos encontremos.
Pensaba que es tal vez por eso, por la abundancia de palabras, que estamos frente a una retórica que demuestra un “débil pensamiento” que no genera otra cosa que tísicas propuestas, si es que las hay, y anoréxicas reflexiones que nos dejan como dice Serrat: “chupando un palo sentados sobre una calabaza”.
La abundancia de medios no son una acabada muestra de la evolución humana, sino una lamentable evidencia de la decadencia y mediocridad que día a día demuestran aquellos, que por el lugar que ocupan en las instituciones, recorren los medios radiales y televisivos con intenciones de que les den cámara y sentirse importantes.
Los políticos, desde hace un tiempo, se sienten parte de la farándula televisiva, por lo que ya no aparecen solo en los programas que se debaten ideas, acciones de gobierno, sino que también se los ve circulando en los de otro formato, entre ellos magazines o la famosa mesa de la anciana diva de los almuerzos donde tienen la oportunidad de ser escuchados mientras se sienten dentro de un circulo de élite, donde son contenidos por un mundo de lujos y placeres que los separa por un momento de los problemas serios de pobreza y desigualdad que acosan detrás de la puerta y que lamentan con gran pesar, mientras saborean exquisitos platos de alta cocina y buen champagne.
Aristócrata aspiracional
Hace pocos días, en ese programa, donde las invitaciones son muy especiales, apareció un político cordobés, mas conocido por su chabacanería que por sus logros, una persona que por su mediocridad y por ser tan soez, es más recordado como bufón que como representante de alguna institución, pero que gracias a su lenguaje vulgar y grosero, pretende crear en sus interlocutores un tipo de empatía que genere risas y hace galas de una chispa y rapidez con respuestas y acotaciones que solo definen su mediocridad.
Es lamentable que cada vez que Luis Juez aparece en la televisión dando muestras de su retórica ordinaria, se lo identifique con el humor de los cordobeses, si bien lo hace porque hay un grupo receptor ávido de tales miserias, los cordobeses no somos así.
Esta actitud solo demuestra la decadencia de muchos políticos argentinos, gente mediocre, anodina que no muestra más que la limitación de sus pensamientos y su elemental educación, aunque tengan un título universitario.
un cacho de cultura
Usar ese lenguaje tan vulgar le da la posibilidad de robar protagonismo en los debates públicos y las entrevistas donde no existe ningún atisbo de ética o moral, y no tiene ningún cuidado con sus modales ordinarios que solo pretenden expresar sin rodeos lo que él y algunos como él piensan de determinados temas.
Tal vez la vulgaridad justifique una supuesta conexión con las clases populares – aunque hoy él representa y defiende los intereses de los poderosos de nuestro país-, o piense de sí mismo que es un personaje tan carismático que todo se le podría perdonar porque es un “tipo genial, que no tiene filtro, o es un tipo común, de provincia”, que desafía los códigos establecidos.
Pero no es este el caso que define a Luis Juez, que no hace otra cosa que tratar de mantener una imagen de cómico sin escenario, de cordobés rápido, de simple gracioso que en la secundaria se sienta en el último banco para tirar tizas a los compañeros y no toma nada en serio, lo que él se atribuye como su principal virtud es la vulgaridad, pero los individuos como él se creen geniales vertiendo improperios a diestra y a siniestra, más adecuados en una riña de compadritos que para la acción política.
El Indio Solari, en su tema “Un poco de amor francés”, tema que pertenece al álbum “La mosca y la sopa”, tiene una frase que dice “el lujo es vulgaridad”, haciendo referencia a la frase de Bioy Casares, que dice “En todo lujo palpita un íntimo soplo de vulgaridad”, y en el caso del senador por la provincia de Córdoba, nos ofrece esa imagen y a través de su retórica vulgar en una lujosa mesa con la señora Mirtha Legrand sentada a la cabeza.
Solo nos queda la reflexión que los hombres vulgares están en todas partes y siempre que ocurre, se los encuentra en los ricos, en la clase media y en los pobres, en la avenida y en el suburbio, en los parlamentos y en las cárceles, en las universidades y en los pequeños pueblos.
Lo importante es que tengamos la suficiente lucidez para identificarlos a tiempo y negarles su participación en los lugares que no se merecen.