EL SUEÑO DEL PIBE
Se han escrito en estos últimos meses tantas palabras y se han intentado miles de títulos ingeniosos para definir lo indefinible, que ya han perdido atractivo las cosas que se puedan decir sobre el fenómeno argentino o mejor dicho sobre la monstruosidad de tener un presidente con serias deficiencias mentales y totalmente discapacitado para desempeñar esa función.
Un histérico que no puede concebir que alguien lo contradiga, o piense diferente. Un psicópata que reconoce estar gobernando un país a través de un manual, y esto, él mismo lo dice cuando asegura que gobierna “de acuerdo a lo que dicen los libros”, lo más desesperante es que el autor de ese manual propone un sistema que nunca se pudo aplicar sin desembocar en un rotundo fracaso.
A tres meses de gobierno ha destruido lo que costó años construir, mostrando una ausencia total de humanidad, de solidaridad y de amor por el prójimo, inclusive los que lo pusieron en ese lugar, un verdadero grupo de imbéciles que decidieron autoflagelarse con la excusa de un “cambio” a lo que había y de esa manera mostrar estoicamente que estaban furiosos con el peronismo, inclusive los peronistas trabajadores, obreros, maestros, jubilados y todos aquellos que saborearon, aunque en medio de dificultades, las mieles de la Justicia Social. Verdaderos analfabetos políticos influenciados por las redes sociales y por los chupamedias como Majul, Feinman, Pablo Rossi y Jonatan Viale, por nombrar a los más golosos.
Pusieron en la presidencia a un panelista de la TV que aparecía diciendo boludeces y haciendo payasadas en los programas de medianoche, esos que ven esta clase de imbéciles, los que en rueda de amigos comentan los chismes de la farándula y hacen famosos a todos estos fantoches baratos porque son “influencers”. Deduzco que para ser de derecha solo basta con ver estos programas y pensar que las barrabasadas que dicen los convierten en importantes y hasta pueden influir en los movimientos políticos de una nación, recuerden que el ministro de economía de Macri era un panelista de un programa de TV que se llamaba Dujovne, o sea que para ser de derecha no hace falta ser muy inteligente, alquilamos el cerebro y listo, que lo resuelvan los influencers.
Podríamos decir que es un pro imperialista norteamericano si no fuera porque sabemos que no le da la cabeza, pero sí es un fanático de la cultura del país del norte, de los salvadores del mundo, influenciado tal vez por las películas de Netflix donde siempre están al servicio de la salvación del mundo, pues solo ellos saben cómo hacerlo (somos muy afortunados), si nos invaden de otro planeta, ellos salvan al mundo, si el mundo se acaba solo ellos saben como evitar nuestra extinción, si un gran asteroide va a chocar con la tierra ellos saben cómo desintegrarlo, y así también se dedican a intervenir sobre otros países para mantener la paz y la democracia, especialmente si esos países tienen petróleo o recursos que justamente les estaban haciendo falta. Predican la paz y les venden las armas a ambos bandos (para ser justos). Con todo esto sería imposible que un imbécil como él o su ministra de seguridad no sean fanáticos de semejante y heroico país.
¿Se dan cuenta por qué digo que no le da la cabeza para que creamos que algo de lo que hace, aunque sea cruel e inhumano salga de él? Está muy claro que todo ese despliegue de salvajismo sale de mucho más arriba que su desordenado e impresentable peinado, que al igual que él, atrasa más de treinta años.
Es un niño que se le ha cumplido el sueño de su vida, es feliz cuando se acerca a las personas que representan los grupos de poder que lo dirigen y se le nota en la cara, y ellos le dan lo que a él lo hace feliz para que siga obedeciendo ciegamente sus órdenes para reducir la Argentina, nuestro país, a ruinas que nunca más se podrán levantar.
Ya no le importa si tiene que dejar la vida en esta aventura, su sueño se ha cumplido. Le van a seguir dando pan y circo para que reparta entre sus seguidores rentados como los aplaudidores que tenía en el Congreso y los que pusieron los carteles afuera, pero se tuvieron que ir, no había nadie esperándolo afuera, claro, el pago era por esa tarea, lo demás son horas extras. Pero qué feliz se lo vio con todo ese despliegue de granaderos, motos y autos, haciendo dibujitos en la noche con sus luces, el niño estaba tan feliz que no le importó que a esa hora mientras el decía lo que todos los que estaban ahí, la “casta” de la que él es el presidente, querían escuchar, había niños que se iban a dormir sin comer, porque cerró los comedores, también a la misma hora moría alguien que tenía cáncer y no tenía los medicamentos, tal vez a la misma hora llegaba un padre o una madre después de todo un día de trabajo a su casa pensando en qué les iba a decir a sus hijos pequeños cuando le pidieran algo para comer. Tal vez un jubilado que le votó para que hubiera un cambio, no se está sintiendo bien a esta hora porque no tenía el dinero para viajar hasta el hospital o el sanatorio para que lo atienda un médico y se va a acostar pensando que mañana tampoco va a comer carne o verduras.
A la misma hora, este niño mimado por las grandes corporaciones internacionales, se convierte en el mensajero de la deshumanización de un sistema de exterminio propuestos por Von Hayek, el autor del libro que dice que está siguiendo al pie de la letra un presidente “de manual” puesto en ese lugar por aquellos argentinos “de bien” que se graduaron de imbéciles analfabetos políticos.