“LA HISTORIA OCURRE DOS VECES” (Georg Wilhelm Hegel)
La Revolución Francesa de 1789-1799 trajo profundos cambios políticos y sociales que dio como resultado la caída de la monarquía absolutista de Luis XVI y la instauración de la Primera República Francesa. En 1848 reinaba un clima de descontento social y político que lleva a la abdicación de Luis Felipe I y el establecimiento de la Segunda República Francesa de muy breve duración y que culmina con el ascenso de Luis Bonaparte, también llamado Napoleón III que en ese momento era presidente de la Segunda República lo que deja en claro que fue un autogolpe., disolviendo la Asamblea Nacional, atribuyéndose él mismo, poderes supremos y un año más tarde se proclamó emperador.
Un joven de 33 años, doctor en filosofía, de nombre Karl Marx y que residía en Londres, habiendo publicado 13 libros, decide escribir “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” donde dice parafraseando a Hegel: “la historia ocurre dos veces: una vez como tragedia y la otra como farsa”.
La tragedia argentina
Nuestro querido país tiene una historia pendular de gobiernos desarrollistas que por períodos se van reemplazando por otros antipopulares que cuando aparecen barren con todo lo que construyeron a favor de la sociedad y un período más adelante vienen otra vez los votos populares a reparar todo lo que rompieron y así sucesivamente como el cuento de nunca acabar.
Llegamos a la actualidad donde un fantoche es proclamado presidente por el voto popular y hace que la historia vuelva a repetirse y esta vez como tragedia creada por una clase social con delirios de grandeza que asciende con los gobiernos populistas y creyéndose ricos, votan por sus propios verdugos y reniegan de los pobres de los cuales siguen formando parte, repitiendo la historia, pero esta vez como una farsa.
En la primera Revolución Francesa el sujeto revolucionario era la burguesía, pero en la segunda, Marx, amplía el espectro de clases más allá de la burguesía y el proletariado: suma a los campesinos y a lo que denomina proletariado lumpen, dos sectores que apoyaron el ascenso de Luis Bonaparte, un fantoche devenido en Emperador.
¿A quiénes los llamaba proletariado lumpen?
La definición dice: Grupo social que atenta sin ningún tipo de principios contra la seguridad de los individuos o colectividades, bajo un ánimo rapaz y delincuencial, especialmente criminales, vagabundos y desempleados, que carecían de conciencia de su interés colectivo como clase oprimida». O sea, “carentes de toda conciencia de clase”.
A Milei le siguen quienes lo hicieron presidente, muchos de ellos le han votado aun sabiendo por dónde los iba a llevar, pero llenos de odio y totalmente faltos de conciencia social, carentes de toda cultura histórica y lo más importante: intentando pertenecer a una clase social en la que nunca van a ser incluidos, optaron por darle la presidencia a un sociópata, cruel y destructivo.
Pero este desquiciado autoritario e incompetente también se ha rodeado de lúmpenes que gobiernan con él, diputados, diputadas, asesores y colaboradores, algunos de ellos muy cercanos no terminaron ni la secundaria, Santiago Caputo, por ejemplo, duro por la droga, atacó a un legislador, Ramiro Marra que sugería que los chicos para recibir educación sexual vieran pornografía, o las muecas y las señas groseras de la maquilladora Lidia Lemoine, o un ser despreciable y burlón con rango de ministro como Manuel Adorni, y podría seguir sumando lumpenes a la lista.
La lumpen burguesía argentina
“El término lumpen burguesía se atribuyó a André Gunder Frank en 1972, para describir un tipo de clase alta (mercaderes, abogados, industriales, etc.), la cual tiene poca autoconciencia o base económica y apoya a sus amos coloniales.”
Pareciera que estamos definiendo a los argentinos que apoyan a Milei en sus delirios de fan declarado del poder imperialista, sionista y masón, son aquellos que ven cómo día a día se deteriora el tejido social, el ajuste económico está dejando el país en ruinas y no hacen nada para evitarlo, con referencia a gobernadores de algunas provincias que influyen sobre las decisiones de los legisladores que representan al pueblo y les obligan a votar medidas que no favorecen a quienes los votaron, un claro ejemplo lo tenemos en Córdoba con Martín Llaryora, un obsecuente negociador con el que Milei sabe que siempre puede contar. Los lúmpenes diputados y senadores que venden sus votos por un puñado de dólares, que obviamente salen de las arcas del Estado, los lúmpenes de la CGT, CTA y organizaciones gremiales que no toman partido de su rol ante los despidos, cierres de empresas y gente que está quedando en la calle. Son burgueses y cobran por sus servicios de apoyo a las decisiones destructivas de dos psicópatas como Javier Milei y Karina Milei.
Marginales, violentos, estafadores
También están dentro de la categoría, la policía, gendarmería y fuerzas que aparecen para reprimir a los que reclaman con todo derecho ser escuchados por las autoridades, el monopolio de la violencia por parte del Estado que golpea reprime y mata a quienes debería proteger. Una asesina con crímenes no resueltos gracias a un poder judicial también lumpen, que ejerce violencia detrás de una pantalla en lugares blindados como ministra de seguridad, una delincuente que hace más de veinte años que vive del Estado y que pasó por todos los partidos políticos. Un lumpen presidente claramente imputable por estafa, una lumpen secretaria de presidencia, acusada con pruebas de coimera, y tanta delincuencia más dentro de lo que alguna vez fue una Nación.
Las circunstancias y las condiciones, le permitieron a Luis Bonaparte, un personaje grotesco y mediocre, creerse un héroe en Francia de 1848.
La similitud de aquellos hechos con lo que ocurre en la argentina hoy, nos permite concluir en varias observaciones, Marx usa el término “lumpen” para definir especialmente a los marginales, delincuentes y seres despreciables, nombre que les cabe perfectamente a los que fueron nombrados, y también a quienes rodean y apoyan a Milei.
Estamos encerrados en un manicomio al mando de un personaje psiquiátrico, payasesco, sociópata, que parece haber sido sacado de un sainete o de una película de Fellini, solo que es patéticamente real.
Las circunstancias ajenas al humano determinan su proceder, pero también la forma en que éste sea juzgado en el presente o en el futuro.
La historia se repite, para Argentina sigue la farsa, pero todavía no nos libramos de la tragedia.