Mujeres. El origen de todos los males y la maldición del patriarcado y el capitalismo.
Nuestro país se encuentra, desde hace siglos, infectado por el patriarcado eclesiástico conservador capitalista dominante, provocando una brecha de insensibilidad y desigualdad para con las mujeres. Teniendo en cuenta los últimos informes aportados por el Ministerio de la Mujer, Genero y Diversidad y el último CENSO, observando los resultados que arrojan un 70% de los varones que tiene trabajo contra un 51% de mujeres, entendiendo que de cada 100 mujeres hay 94 varones, luego del análisis de los resultados del 2022 respecto al salario, la brecha entre mujeres y varones es de un 20% mayo para los hombres.
Entendiendo que los objetivos de estos informes fueron realizados para la visibilizacion de la situación en la vida laboral de la mujer, las condiciones de empleo, trabajo, salud y sistemas de riesgo de trabajo más las dificultades que afrontan las mujeres para ingresar o permanecer en el mercado laboral, nos traen luz sobre las necesidades de tomar medidas que reviertan este proceso acumulativo de desigualdad, insensibilidad y violencia.
Aunque seguimos luchando por esta división sexual de trabajo que no solo está sujeto a la mujer que realiza un trabajo de reproducción, sino que, nos muestra un aumento en la dependencia respecto al hombre, pero además permitiendo al Estado y a los empleadores usar el salario masculino como instrumento para gobernar el trabajo de la mujer.
La brecha salarial, el uso del tiempo en el cuidado y en tareas no remunerativas, la edad y la feminización en ciertos sectores que aun hoy continúan impidiendo a las mujeres insertarse en el mercado laboral, acceder a empleos de calidad, se encuentra atravesada también para impedido el desarrollo profesional y personal de las mujeres.
La pregunta que surge es: ¿Cuál es el límite de esta situación? Como plantea Frederici: “El trabajo reproductivo es el pilar de todas las formas de organización del trabajo en la sociedad capitalista”, es decir, sin esta actividad laboral-sostenida generalmente por mujeres en un ámbito doméstico y en forma no remunerativa no hay posibilidad alguna de lograr la reproducción de condiciones de la fuerza de trabajo, las necesidades de alimentación, descanso, vestimenta, higiene, etc. (silvia, 2018 p.14). Entendiendo que esta forma de trabajo ha sido invisibilizada, desconociendo u ocultando otras formas de trabajo, tanto de la mujer como otros grupos sociales.
La división sexual del trabajo no solo sujeta a la mujer a la reproducción, el trabajo de la reproducción comprende las actividades destinadas a atender el cuidado del hogar y de la familia.
Se le denomina “trabajo de la reproducción” para diferenciarlo del trabajo de la producción (de bienes y servicios), éste es el único reconocido, económica y socialmente como trabajo,
En las sociedades industrializadas le ha permitido al hombre acceder a un salario más alto y así mantener a la mujer en rangos de subordinación ante el varón. La separación de la producción de mercancía de la reproducción de la fuerza de trabajo hizo también posible el desarrollo de un uso específicamente capitalista del salario y de los mercados como medios para la acumulación de trabajo no remunerativo.
Es posible denominarlo como trabajo inmaterial de los procesos de reproducción puesto que, estas actividades quedan difuminadas al momento del comienzo y culminación de la jornada laboral, dejando en claro la explotación de manera violenta hacia la mujer por parte del capitalismo.
Ante la negación del trabajo al no reconocer su existencia como tal, la gran mayoría de mujeres que hacen el trabajo del hogar, no son conscientes de que realizan actividades que son trabajo necesario para el funcionamiento de la sociedad. La característica a destacar por encima de todas, es que la dedicación femenina al trabajo de la reproducción no es el fruto, sino el resultado de la construcción social de las diferencias de género.
Esa construcción que, en síntesis, convierte a las hembras en sujetos femeninos, orientados centralmente hacia el trabajo de la reproducción y a los machos, en sujetos masculinos, centrados básicamente en el trabajo de la producción. Este proceso de socialización condiciona las posibilidades materiales de vida, las actitudes y las representaciones simbólicas de ambos géneros y posiciona a las mujeres en situación de subordinación respecto a los hombres. Ya que en esa socialización diferencial de género se consigue que esas diferencias devengan desigualdades y que, además, que las mujeres permanezcan invisibles, quedando así demostrado que millones de ellas no tienen los mismos derechos que los hombres, las mujeres no pueden lograr la igualdad en el lugar de trabajo si están en una posición desigual dentro del hogar.
Libertad, igualdad, fraternidad fue el lema de la revolución que abrió paso a las modernas democracias europeas. Entendiendo este mensaje que abarca a toda la sociedad y que, dentro de la sociedad que vivimos las mujeres también somos parte de la sociedad, en un contexto en el que hemos visto un ataque muy fuerte contra el Estado de Bienestar o contra los derechos de las mujeres, se deben tomar urgentes medidas desde los sistemas legales ante la inequidad y violencia laboral contra las mujeres, proteger y ampliar sus derechos asegurando la igualdad salarial y beneficios laborales, y garantizar los mismos derechos para lograr igualdad de género, a partir de una educación consciente.
Es urgente y necesario que el Estado implemente políticas públicas que observen de qué forma se margina, degrada y violenta al género teniendo en cuenta que un Ministerio de la mujer como el creado en este gobierno, no sea solo un título decorativo para propaganda del grupo gobernante, sino que sea un espacio de acción que sirva para ofrecer respuestas a un problema candente.