Nos quitaron todo
Cada vez que una mujer adulta hoy relata haber sufrido abuso cuando era tan solo una niña, abre la puerta del horror. Los números son incalculables cada año puesto que muchas, por vergüenza o miedo jamás se atreven a hablar y las que lo hacen, no es para obtener el mote de heroínas, son resilientes, que en algún punto “han logrado sanar”, (por así decirlo).
Cuando hablas con esas mujeres, ellas mismas dicen que no se trata de superación, ni heroísmos, ni coraje, es estar en la búsqueda interna de revelar su dolor y sentir de alguna manera que están advirtiendo sobre esa persona y de lo que es capaz de hacer, aunque “ese tipo esté vivo y sea un viejo”, que se sepa, como una forma de recibir justicia ya que, al hacerlo público entre su gente eso lo lleva a la condena social, siendo ésta aún más terrible que la propia justicia.
Nos quitaron todo, nos arrebataron la infancia, la niñez, nos despojaron de la adolescencia, nos robaron la juventud y nos llenaron de miedo. Nos hicieron sentir asco de nosotras mismas, de nuestros cuerpos, nos hicieron sentir sucias, usadas y tratadas como una cosa, nos hicieron sentir desprecio por la vida y nos llenaron de vergüenza, mucha vergüenza.
¿Vemos tanta gente caminar por la calle o reunidas en bares, fiestas, etc., alguien sabe o imagina cuántos de esos adultos fueron busados?, ¿violados en su niñez?, podrán pensar de ese extraño si es uno de esos adultos que no pueden dormir porque los atormenta el recuerdo de aquel doloroso momento?
Tal vez, al mirar una película o escuchó un noticiero y eso alertó su memoria, su cuerpo, su angustia e impotencia; nos quitaron la infancia, la niñez y la juventud, quisieron que sintiéramos culpa de ser mujeres y que nuestros órganos sexuales les sirvieran como objeto para brindarles placer, cuando en realidad esas actitudes desnudaban su insignificancia como seres humanos y su cobardía al utilizar la fuerza sobre la fragilidad de los seres que sometían.
“Yo me sentía como basura, es que yo decía y hasta la fecha que yo no soy digna de gustarle a un hombre”
“¿Como que me sentía yo? Sucia”
“A veces sí me siento una mujer fuerte, a veces siento que soy débil, que no puedo, frágil, no puedo ¿sí? Eh… pero más que nada es eso, el que no pueda, el que esté consciente de algunas cosas que las pueda hacer pero que no pueda, no pueda decirlas”.
“Mi mamá en su momento supo, pero no me creyó; de hecho, me pegó, me pegó mi mamá porque ella pensaba que yo estaba inventando… que yo, que no era cierto, que no, que no porque además pus son sus hermanos ¿no?…
Como yo vi que mi mamá no hizo nada pues, me quedé callada”.
“Y le decía yo a mi mamá, estaba muy chiquita y le decía, qué pasaba y nunca no ponía atención, no me hacía caso, me decía -eres una niña mentirosa, eres una niña muy fea-… y a mi mamá le decía yo que mi papá me hacía cosas en la noche y me decía -no, que era mentirosa- o sea me ignoraba nunca me creía”.
“Yo tenia 4 años y cuando me paso fui para decirle a mi mama y en estaba mi papa viendo la tele una noticia y lo escucho decir: y a esa mujer lo que le paso es porque seguro algo hizo, y yo, con 4 años al escuchar eso pensé que la culpa era mía y me paralice y nunca dije nada, con los años la ayuda de los psicólogos me ayudaron a entender no no fue mi culpa y pude contárselo a mis allegados pero nunca se lo dije a mis padres”
“La asignación de responsabilidad por el abuso sexual infantil recae en las niñas y también puede ser transmitida por el agresor como mecanismo de control hacia la niña y para mantener la agresión en silencio. De acuerdo con Kamsler, generalmente el perpetrador transmite abierta o encubiertamente al niño el mensaje de que él tiene la culpa del abuso (Epston et al., 1996); a su vez Baird (1996) señala que el perpetrador puede convencer a la niña de que es responsable de lo que está pasando, esto conlleva en la niña una auto evaluación negativa, lo que impide que tenga la confianza de acercarse a otras personas y pedir ayuda y origina en ella un sentimiento de impotencia y desesperanza”.
El descreimiento y la falta de apoyo familiar es común en la mayoría de los casos. Muchas mujeres al pasar los años se lo contaron a sus madres y las respuestas recibidas fueron, “a eso siempre pasó, pasa y pasara, no es nada nuevo”. Muchas veces, en las familias se hace esto con un niño, se lo fuerza a ser otro, se arrasa con sus pensamientos, se usa su cuerpo como si fuera un objeto, les quitan la niñez.
A pesar de que la población en general aún carece de conocimientos sobre el tema, incluidas las familias, las instituciones que se encargan de la protección de los niños, niñas y adolescentes como la escuela, por ejemplo, aún hoy la falta de aclaración sobre este “fenómeno” es un factor que corrobora que esta violencia se siga reproduciendo.
La importancia de identificar los relatos de las mujeres que vivieron abuso sexual infantil, posibilita el reconocimiento de las creencias y prácticas culturales, sociales y familiares opresivas, las cuales están relacionadas con la imagen e identidad negativa de sí mismas; el reconocimiento de estas prácticas posibilita la construcción de un relato alternativo.
Es fundamental poner en marcha programas para que haya más investigaciones e intervenciones que brinden a la población mayor información acerca de este flagelo, concientizando sobre el compromiso de todos para garantizar los derechos de los niños, niñas y adolescentes, potenciando así la lucha contra el abuso sexual.