UN RELATO IRÓNICO DE LA SOLEDAD DEL PODER Y LA CIUDADANÍA DESENCANTADA
En el bizarro teatro político de nuestra nación, la última escena protagonizada por los «acompañantes» del monarca ha dejado al público más intrigado que satisfecho. La posibilidad de que el rey se quede solo en un momento crítico no es un guion novedoso; más bien, parece ser una repetición predecible que involucra a bufones aplaudidores, algunos ya instalados en sus cómodos cargos, y otros, los ideólogos detrás de las medidas anunciadas, esperando discretamente su oportunidad para desaparecer ante cualquier tormenta política. Todo esto, mientras permanecen de pie, rígidos y circunspectos, como gárgolas oscuras en un edificio lleno de parches.
La soledad del poder, ese drama recurrente en nuestro escenario político, parece ser un espectáculo predecible. Los acompañantes del monarca, esos que juraron por Dios y la Patria lealtad eterna, podrían cambiar su tono de aplauso por el de una retirada estratégica, y la única incertidumbre es cuándo sucederá, aunque podemos aventurar que será cuando más les convenga.
Los hoy bufones aplaudidores, figuras extravagantes que rodean al líder, son los mismos que se convierten en expertos en el arte de desaparecer cuando las cosas se complican, y siempre están listos para su interpretación magistral del abandono del barco. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que veamos esta escena familiar de la comedia política?
La historia, implacable crítica de nuestros actos, nos presenta una narrativa que se repite, una y otra vez. Aquellos que rodean al monarca han interpretado el mismo papel en el pasado (¡y los mismos personajes!), acompañando a otros líderes en situaciones igualmente precarias. ¿Será este otro caso de «third time’s a charm» o simplemente la última repetición de un guion desgastado?
En este divertido espectáculo, la verdadera oposición, sorprendentemente, no reside en el palacio, sino en las calles, en los ciudadanos comunes. La ciudadanía, despojada de una representación que los represente de verdad, emerge como la auténtica voz que la historia no puede silenciar ni ignorar. Un aplauso para aquellos que pensaban que los ciudadanos eran meros espectadores pasivos, cuyas voces se desvanecían después de depositar su voto.
La responsabilidad ciudadana, olvidada por conveniencia, emerge como la clave para superar el desastroso desempeño de nuestros representantes, lo que nos hace pensar que quizás deberíamos haber examinado la integridad, calidad, conocimiento y honradez de quienes elegimos para que nos representen mucho antes de llegar a este punto, pero, claro, ¿dónde estaría la diversión sin un poco de caos político?
El desencanto con nuestros actuales representantes se presenta como la gran revelación de esta obra maestra tragicómica. El descuido en la selección de líderes nos ha llevado a un punto de angustia y desolación, donde terminamos eligiendo a un individuo más adecuado para una película de terror que para liderar nuestro país.
La manifestación espontánea de ciudadanos que optan por las calles en lugar de nuestros «representantes» que se expresan a través de la red social X, constituye un giro irónico en esta trama política.
La falta de esperanza, lejos de ser una tragedia, se revela como una herramienta para fortalecer las acciones, recordándonos las palabras de Spinoza sobre renunciar a la esperanza para vencer al miedo y preservar la libertad.
En este circo político, la ciudadanía emerge como la verdadera fuerza para el cambio, dejando al rey, los bufones aplaudidores y, por supuesto, a los representantes, cuestionando si alguna vez comprendieron cómo jugar este juego. A pesar de enfrentarnos a una realidad política lamentable, tal vez esto sea exactamente lo que necesitamos para despertar de nuestro letargo y exigir un futuro mejor, eligiendo sabiamente a nuestros representantes, hoy y siempre.